Los manglares de Sálima y Bunche 'secuestran' poco carbono azul
La pérdida del ecosistema trae serias consecuencias ambientales y sociales. Una investigación plantea salidas.

La Reserva marino-costera Galera-San Francisco no solo contiene uno de los paisajes más bellos del perfil costanero ecuatoriano. También aloja un proyecto crucial para la sostenibilidad de los manglares.
Esto de acuerdo con la 'Investigación para estimación de carbono azul en los ecosistemas de manglar de Sálima y Bunche, cantón Muisne'. Cuyo componente científico lo puso la Universidad del Valle de Colombia.
Al tiempo que se ha caracterizado a esos manglares y se ha medido sus tres biomasas para determinar su aporte de carbono azul, se trabaja con la comunidad para extraer recursos con un enfoque sostenible y de género.
¿Por qué es tan importante conservar el manglar? Este ecosistema capta cuatro veces más carbono que el bosque terrestre, y es uno de los cinco ecosistemas más productivos del mundo, señala el estudio.
Además, el manglar es una barrera ante el aumento del nivel del mar, previene la erosión costera, regula la calidad del agua, recicla los nutrientes, es el hábitat de numerosas especies marinas y aporta seguridad alimentaria.
El objetivo es recuperar áreas degradadas mediante la reforestación, promover el compromiso comunitario con la conservación y garantizar la sostenibilidad de los recursos naturales para las poblaciones locales.
La investigación enfatiza que la falta de planificación del desarrollo urbano, industrial y turístico, así como el avance agrícola, ganadero y acuícola, han desplazado y reducido extensiones considerables de manglares.
Desechos sólidos urbanos, contaminantes industriales, pesticidas y fertilizantes agrícolas, así como derrames de petróleo, también tienen un gran impacto sobre los manglares.
Por último -y junto con las modificaciones de las condiciones hidrológicas- la sobrexplotación de algunas especies alteran la composición, estructura y función de este ecosistema.

Pérdida constante de manglar
El detrimento anual estimado de la superficie de manglares a escala mundial es 2,5%. Las actividades humanas son la principal amenaza: deforestación, destrucción del hábitat, contaminación, entre otras.
Ecuador pone su cuota: tenía 203.695 hectáreas de manglar en 1969 y 154.087 en 2001, según el Centro de Levantamientos Integrados de Recursos Naturales por Sensores Remotos (Clirsen), sustituido en 2012 por el Instituto Espacial Ecuatoriano.
Durante ese lapso se perdió el 25% de bosque de manglar en Ecuador continental. Pero otros monitoreos muestran resultados alarmantes: los manglares ecuatorianos se han perdido a un ritmo acelerado.
En el siguiente atlas interactivo de Global Mangrove Watch se puede apreciar la pérdida de manglares en Ecuador, en comparación con el resto del mundo.
Seleccione el ícono de lupa y escriba la palabra Ecuador en la caja que aparece en blanco, así puede obtener información detallada sobre el país.
Alertas rojas
Los manglares del sur han provocado varias alertas rojas, mientras que los del norte están en alerta amarilla. En la parte central no existen manglares (NDLR).
El Refugio de Vida Silvestre del Estuario Río Muisne-Cojimíes, por ejemplo, sufrió desde 1987 una pérdida del 85,5%, al pasar de 20.093 a 3.171 hectáreas, debido a la expansión camaronera y la tala, dice el estudio.
Ahí se reforestaron cuatro hectáreas y se sembraron 1.000 metros lineales de manglar, con la participación de las comunidades. Se implementaron dos viveros con 7.000 plántulas en Bunche y Sálima.
Poco “secuestro” de carbono en Muisne
Los manglares pueden almacenar grandes cantidades de carbono azul en sus tres biomasas: viva, como hojas y raíces; aérea, de hojas muertas, y subterránea. ¿Qué sucede en Sálima y Bunche?
Enrique Peña, especialista en Ciencias del Mar de la Universidad del Valle de Colombia, explicó que la investigación partió de estudios pioneros en Colombia, Panamá y Costa Rica.
El método de medición escogido fue el "punto medio centrado", que se basa en puntos de muestreo separados cada 20 metros. Se miden árboles, madera caída y suelos. Las muestras recogidas se conservan y se analizan.

La principal conclusión es que en los dos manglares hay "secuestro" de carbono azul pero en niveles más bajos que en otras áreas del Pacífico americano tropical: Quebrada Valencia y Painquita (Colombia), La Paz (México) y Panamá.
Los manglares de Sálima mostraron valores de carbono más altos que los de Bunche (2,7225 g/100 gramos versus 1,1435 g/100 gramos), lo que sugiere que actividades como la acuicultura están impactando su estructura y función.
La calidad del agua ha sido afectada y se han encontrado aceites y grasas, así como residuos de cobre y plomo.
Estos hallazgos subrayan la importancia de monitorear y gestionar las actividades humanas, recalcó Peña.
El científico explicó que el uso de tecnologías de sensores remotos, como los vehículos aéreos no tripulados (VANT), ha demostrado ser efectivo para la cartografía y el análisis de los manglares.
Permiten obtener datos precisos sobre la altura de los árboles y la biomasa aérea, y facilitan una mejor comprensión de la dinámica de los ecosistemas de manglar y su capacidad de almacenamiento de carbono.
Los principales retos
Una de las conclusiones del estudio es que se considera obligatoria la colaboración entre comunidades, organizaciones y gobierno para asegurar la sostenibilidad de estos ecosistemas.
La integración de los conocimientos y prácticas de las comunidades ancestrales, que dependen de los manglares para su sustento, juegan un papel vital en la conservación de estos ecosistemas.
La crisis de los manglares exige un replanteamiento de las políticas de desarrollo urbano, agrícola e industrial, reconociendo no solo su valor ecológico sino económico y cultural para las comunidades costeras.
Una iniciativa con historia
Ante la falta de políticas, en 2013, junto a la UNESCO regional Quito y las ONG Conservación Internacional (CI) e Hivos, fue creada la iniciativa abierta sobre manglares y desarrollo sostenible.
Se elaboró luego el Plan de Acción Regional para la Conservación de los Manglares en el Pacífico Sudeste (PAR-Manglares) de la Comisión Permanente del Pacífico Sur, adoptado en 2015.
Se escogió el Refugio de Vida Silvestre Manglares Estuario Río Muisne, con una grave contaminación asociada a la expansión de la industria del camarón en cautiverio, la tala y el crecimiento poblacional.
También fue detectado un cambio de uso del suelo agrícola y la sobreexplotación de los recursos como la concha y el cangrejo, así como la pesca sin control en el ecosistema y en la bajura del perfil costanero.

La investigación se centró en los dos ecosistemas de manglar y fue encabezada por el especialista Peña, con la colaboración de Juan Carlos Mejía Rentería, Daniela Enríquez, Martha Lucía Palacios y Jacinto Vilela.
Detrás de este esfuerzo académico están la Universidad del Valle de Colombia y su Instituto de Ciencias del Mar.
La implementación corresponde a Ayuda en Acción y Cefodi, y el financiamiento, a la Generalitat Valenciana.
