8 años después, ¿el etiquetado de semáforo para alimentos dio resultado en Ecuador?
Por Gabriela Castellanos
La nutrición es un concepto que va más allá de comer y seguir una dieta; implica una transformación de los hábitos alimenticios y del estilo de vida.
De acuerdo con un estudio realizado por el Programa Mundial de Alimentos en 2019, apenas el 50% de los ecuatorianos se alimenta de forma saludable.
La otra mitad de la población consume una dieta energética, con productos que tienen como único objetivo combatir la sensación de hambre. Sin embargo, no aportan positivamente a la salud: fideos, pastas, arroz, papas o bebidas gaseosas.
Esto impacta directamente en el desarrollo de una sociedad. Una buena nutrición garantiza la salud de sus habitantes, reduce los costos de atención médica y procura equiparar las condiciones de vida de las personas.
Sin embargo, todavía no se ha podido cambiar esta realidad y en el Ecuador las cifras de desnutrición, sobrepeso y obesidad han ido en aumento.
Población con sobrepeso y obesidad
Entre el 2011 y el 2013, 5 millones y medio de personas adultas en Ecuador vivían con sobrepeso y obesidad; el 2020 la cifra llegó a los 6 millones.
Desde el 2011, cuando se evidenció el problema que existía y el aumento de enfermedades no transmisibles como la diabetes, las autoridades estatales tomaron medidas para transformar esta realidad.
Una de ellas fue regular el etiquetado nutricional de los alimentos procesados.
La implementación no fue fácil, el Gobierno y la industria alimenticia se sentaron a negociar y tuvieron que hacer concesiones que modificaron la propuesta original, según recoge una investigación del Pan American Journal de Public Health.
El reglamento fue aprobado en 2014 y con él se puso en marcha una campaña para que las empresas incluyeran el nuevo etiquetado de alimentos procesados que se aplicaría en todo el territorio nacional.
Desde entonces han pasado casi ocho años. La eficacia o resultados de este tipo de políticas pueden medirse únicamente en relación a sus objetivos iniciales, según la nutricionista Carolina Morán.
Una señal de alerta
En el caso del etiquetado de alimentos procesados, las enfermedades crónicas no transmisibles fueron las que pusieron sobre la mesa la necesidad de pensar en cómo estamos consumiendo los alimentos en los hogares.
“Creo que, desde el lado de la salud, los médicos, nutricionistas, los pediatras, somos los primeros que vemos la dimensión del problema. Cuando empezamos a ver más niños en consulta es una señal de que hay un problema”, dice Morán.
Antes del etiquetado de semáforo, en el 2012, las cifras ya eran alarmantes. 29,9% de niños de 5 a 11 años, 26% de adolescentes y 62,8% de adultos ya tenían sobrepeso y obesidad.
Según la Organización Mundial de la Salud, el sobrepeso y la obesidad son condiciones que consisten en la acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud.
Generalmente se utiliza el índice de masa corporal (IMC) como un indicador de estas condiciones.
Las consecuencias
La prevalencia de estas enfermedades preocupa porque son también factores de riesgo para el desarrollo de otras enfermedades y complicaciones como la diabetes tipo 2, la hipertensión y enfermedades cardiovasculares, dice Morán.
Por eso no es coincidencia que la prevalencia del consumo excesivo de grasas y carbohidratos esté directamente relacionada con el número de personas que sufre enfermedades como el síndrome metabólico.
Sin embargo, todo recae en las decisiones que toman los consumidores.
El etiquetado de semáforo se creó como una solución que brinde información fácilmente comprensible sobre el valor nutricional de los alimentos, en contraposición con la etiqueta del Valor Diario Recomendado.
El resultado casi inmediato en los primeros años de implementación mostró que los consumidores habían dejado de consumir alimentos con etiquetado rojo, lo que quiere decir “alto en”.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición publicada en el 2018, cuatro años después de la publicación del reglamento, el 62% de personas mayores de 10 años reconoce, entiende y usa el etiquetado de alimentos y bebidas procesadas.
El 84% de personas había reducido el consumo de alimentos con etiqueta roja.
Consumo de snacks en la pandemia
Según la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos y Bebidas, el consumo de snacks en enero del 2021 subió a USD 34,75 millones, pero el 77% de los consumidores se fija en los ingredientes y busca alimentos más saludables.
No obstante, los resultados parecen no ser los esperados. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del 2018, el sobrepeso y obesidad han aumentado.
35% de niños entre 5 y 11 años, 29.57% de adolescentes y 64.68% de adultos tenía sobrepeso y obesidad en el Ecuador.
Esto es una señal de que las políticas están incompletas y requieren mejoras para realmente ver diferencias, dicen los médicos.
“Si tú vas a hacer compras, ahora encuentras todo con menos sodio, con menos azúcar, con menos grasa”, dice Morán.
Pero “si te detienes a observar, las personas ahora eligen más ese tipo de alimentos, sin ahondar más profundo en los ingredientes”, aclara.
Por ejemplo, las bebidas gaseosas, jugos y refrescos que se promocionan como alimentos ‘bajos en azúcar’, pueden incluir en sus ingredientes sustitutos que no necesariamente se consideran opciones ‘saludables’.
Un gran paso contra la Desnutrición Crónica Infantil
“El próximo paso es una verdadera educación alimentaria, que vaya más allá de un etiquetado por colores, que nos enseñe a tomar decisiones conscientes sobre con qué tipo de alimentos estamos nutriendo a nuestro cuerpo” dice Morán.
Por ahora, las políticas públicas parecen haberse enfocado más en la desnutrición, que incide directamente en el sobrepeso.
El Gobierno del presidente Guillermo Lasso lanzó la iniciativa Ecuador Crece Sin Destrucción Infantil, que busca reducir las cifras de desnutrición crónica
El 28 de mayo se celebra el Día Mundial de la Nutrición y muchas organizaciones privadas y de la sociedad civil se han unido para mejorar los hábitos alimenticios de las madres gestantes y de los niños en sus primeros 1000 días de vida.
“Es un problema que se deriva de la pobreza, de la falta de agua potable, de la falta de controles en el embarazo, del limitado acceso al sistema de salud”, señaló Erwin Ronquillo, secretario de Ecuador Ecuador Crece Sin Destrucción Infantil.
Como parte de esta lucha, el Gobierno destinará USD 330 millones para atención prioritaria a los niños y mujeres embarazadas.
Estos fondos estarán inscritos en los presupuestos del Ministerio de Salud Pública (MSP) y del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).
El objetivo es reducir en 6 puntos porcentuales la desnutrición crónica infantil del país hasta el 2025.
Ya se han dado algunos pasos con esa meta: hasta el 15 de mayo del 2022 se ha atendido a 385 000 madres embarazadas a escala nacional y a 365 000 niños.
Acciones desde la sociedad civil
Desde las organizaciones no gubernamentales se han coordinado acciones para aportar en el combate contra este mal.
Sébastien Paque, director Ejecutivo de la Red Nutrición Infantil (REDNI), informó que se trabajará en tres ejes, con los que buscan bajar, en los próximos 9 años, del 27% al 10% la prevalencia de la desnutrición en niños y niñas menores de 2 años.
Así, primero se enfocarán en incidir en la política pública y en su ejecución oportuna; luego buscarán crear conciencia en la ciudadanía sobre la importancia de mejorar la nutrición infantil, a través de estrategias efectivas de comunicación.
Finalmente, se recurrirá a la acción social, para lograr que se cumplan con los dos pasos previos.
La nutrición es tarea de todos y solo una correcta alimentación generará un cambio en el comportamiento de las sociedades.