La difícil batalla de Quito contra miles de kilómetros de 'tallarines'
Mientras la tecnología avanza y el precio de los servicios baja, más cables se acumulan sobre los postes. La seguridad es la mayor razón para soterrar.

Por Álvaro Samaniego
Si bien se ha generalizado la idea de que el soterramiento de cables tiene como principal objetivo eliminar la basura visual y contaminante, la seguridad se volvió el asunto más importante.
Se ha calculado que por cada kilómetro, sobre todo en las vías de mayor tránsito, hay 60 toneladas de cables, sostenidas por 25 postes. Un colapso podría generar una tragedia sin precedentes.
Este y otros motivos animaron a las autoridades a reiniciar el programa de soterramiento de cables. El plan persigue los principios de sostenibilidad ambiental, mejoramiento del espacio público, transparencia, eficiencia y agilidad de los procedimientos administrativos.
Esmeralda Tipán, coordinadora del proyecto, se siente frente a “una ciudad contaminada, agravada, sobre todo, en las vías principales, donde hay muchísima densidad de cables, que están sobrepasando la capacidad de resistencia de los postes”.
En efecto, en esta telaraña mal tejida hay cables para energía eléctrica, servicio telefónico fijo (cada vez menos utilizado), internet, televisión paga, cámaras de vigilancia y semáforos.
La tarea está en manos de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop). La entidad calcula que más de la mitad de los cables es inútil.
Lo corrobora Tipán: “Hay que bajar todo el cable muerto, porque de la infraestructura que usted está mirando, el 60% son cables sin uso que instalaron las operadoras, los usuarios migraron a otras operadoras y no los retiraron”.
“Hay que bajar todo el cable muerto, el 60% son cables sin uso que instalaron las operadoras, los usuarios migraron a otras operadoras y no los retiraron”: Esmeralda Tipán

El actual soterramiento
Las leyes Orgánica de Telecomunicaciones y Eléctrica prevén que los desarrollos urbanísticos futuros y todo proyecto nuevo tiene que ser con soterramiento.
El plan actual de la administración metropolitana es colocar bajo tierra 100 kilómetros de cables en el sector sur de Quito. Se ha superado ya el 25%.
Antes se hizo soterramiento de cables en zonas específicas del hipercentro. Un ejemplo es el trabajo en la avenida Naciones Unidas, que incluyó obras para facilitar el amplio flujo peatonal en el sector.
Desde 2022 rige la Ordenanza Municipal 043, que norma el uso de la infraestructura de telecomunicaciones. Una de las responsabilidades de las operadoras es pagar por el uso del ducto y por la distancia que ocupa.
El precio es determinado por el Ministerio de Telecomunicaciones y normado por la Agencia de Regulación y Control de las Telecomunicaciones (Arcotel).
En términos operativos, el soterramiento consiste en cavar un canal en el que se instalan los ductos. Cada 40 metros se construye un pozo, en el que los cables y las cajas de revisión son visibles.
Tras enterrar los cables se hace un trabajo integral en las aceras -iluminación, señalética y otros servicios. El costo por kilómetro es USD 150.000.
A Adam Barros, morador de la calle Ajaví, en la que se iniciaron los trabajos hace pocos días, le anticiparon que las obras se demorarán unos cuatro meses.
“En mi caso, en la terraza, yo no puedo acercarme al borde porque me coge la corriente. Una vez sacando la bandera no más”, dice.
En esa zona, los cables eléctricos no serán soterrados por decisión estratégica de la operadora pública, pero los otros estarán canalizados y bajo tierna.

15.000 kilómetros de cables
El Concejo Municipal es responsable del manejo del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), que abarca un área geográfica mucho más extensa que el cantón Quito, incluyendo áreas rurales y otras poblaciones cercanas.
En el DMQ habitan alrededor de 2'700.000 personas, lo cual convierte a esta zona conurbana en la segunda más grande del país.
El área de Quito, como tal, se calcula en unos 400 kilómetros cuadrados: unos 80 de largo por 5 de ancho. En un kilómetro cuadrado caben 100 manzanas (de 100 por 100 metros). De modo que, si se trata de una zona urbanizada, cada kilómetro cuadrado tiene unos 100 kilómetros de postes.
No sorprende entonces que técnicos municipales estimen que la infraestructura suspendida puede superar los 15.000 kilómetros, incluyendo redes de semaforización, videovigilancia y fibra óptica privada.
Esto equivale a más de dos veces la longitud del río Amazonas. Con ese cablerío se podría construir una línea directa entre Quito y Tokio, y aún sobraría un poco.
El Municipio trabaja hoy en soterrar cables en una distancia similar a la que hay entre Quito y Salcedo, menos del 1% del problema.
Si bien la meta actual rebasa la de años anteriores, completarla demandará de mucho tiempo. Y muchos recursos. Hasta tanto, nada indica que las operadoras dejarán de seguir acumulando "tallarines".

¿Basura o recurso?
Las posibilidades de reciclado de los miles de kilómetros de cables inútiles, que se volvieron basura aérea, son enormes.
Los cables suelen estar compuestos por cobre o aluminio, como conductores internos, y PVC, polietileno o látex, como aislante. Los de telecomunicaciones, además, tienen acero o fibras.
El cobre reciclado se usa en nuevos cables, motores eléctricos o tuberías. El PVC triturado se puede convertir en baldosas, mangueras o mobiliario urbano, como bancas de parque.
Wastetrade señala que el reciclaje de cables ofrece beneficios medioambientales y económicos. El proceso implica la recogida, clasificación, trituración y separación de los materiales.
El reciclaje de cables, además de ayudar a conservar los recursos naturales, reduce los residuos y crea puestos de trabajo en la industria del reciclaje.
