La agricultura regenerativa, un cambio inevitable de paradigma

Por Álvaro Samaniego
El sistema agroalimentario global está en una encrucijada y enfrenta crisis interconectadas: colapso climático, degradación acelerada del suelo y pérdida masiva de biodiversidad. La agricultura intensiva ha contribuido significativamente a estos problemas.
En este contexto, la agricultura regenerativa emerge como una respuesta holística y basada en la naturaleza, pues ofrece una ruta hacia la resiliencia, la sostenibilidad y la seguridad alimentaria.
Predomina el concepto de permitir que la tierra sane sin afectar la alimentación. A su vez, los consumidores tienen el poder de elegir alimentos sanos, apoyando a los agricultores que cuidan de la tierra.
La agricultura regenerativa es un conjunto de principios y prácticas agrícolas que tienen como objetivo principal restaurar la salud del suelo y los ecosistemas.
Funciona imitando los procesos de la naturaleza: minimiza la alteración del suelo , mantiene la tierra con cultivos de cobertura, aumenta la diversidad de plantas y reintegra el ganado de forma controlada.
A nivel microscópico, estas prácticas reconstruyen la red alimentaria del suelo, en la que hongos, bacterias y otros microorganismos trabajan en simbiosis con las raíces de las plantas para capturar carbono atmosférico, procesar nutrientes y crear un suelo más fértil y poroso.
Hay un cambio de mentalidad desde extraer hacia regenerar. “Los procesos naturales no deben pasar desapercibidos. Debemos analizarlos para poder emularlos en nuestras prácticas productivas”, dice Claudio Sánchez, de The Nature Conservancy.
Este ingeniero agrónomo ha estado toda su vida vinculado al campo y ahora dirige un proyecto de agricultura y ganadería regenerativa, dentro de una iniciativa regional.
Costos del modelo intensivo
En contraste, el modelo intensivo resulta intrínsecamente perjudicial para la sostenibilidad. Su dependencia de la labranza profunda destruye la estructura del suelo, pues causa una erosión masiva.
El uso de fertilizantes sintéticos, derivados de combustibles fósiles, no solo agota la materia orgánica del suelo, sino que también emite poderosos gases de efecto invernadero como el óxido nitroso.
Además, los pesticidas y herbicidas de amplio espectro diezman las poblaciones de polinizadores vitales para los cultivos y contaminan las fuentes de agua.
La eliminación de la diversidad de cultivos completa un ciclo insostenible que sacrifica la salud del planeta y de las personas, en nombre de la eficiencia a corto plazo.
Se ignora la sabiduría ancestral que enseña que la salud de la tierra es la base de la abundancia a largo plazo, se ha suplantado la resiliencia por un negocio rápido que, tarde o temprano, deja un rastro de tierra erosionada y vida empobrecida.
“La desertificación causada por malas prácticas en el suelo muchas veces es irreversible. Y eso lo estamos viendo en la Sierra ecuatoriana”: Claudio Sánchez
Primeros pasos en Ecuador
En Ecuador, la política pública sobre agricultura regenerativa se integra y se promueve a través de un marco legal más amplio que se centra en la soberanía alimentaria y la agroecología.
Tanto la Constitución de la República como la Ley Orgánica de Agrobiodiversidad, Semillas y Fomento de la Agricultura Sostenible se acercan a una normativa para desarrollar iniciativas congruentes.
El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) puso en marcha la iniciativa de fomento a la ganadería regenerativa de pastoreo rotacional.
La cooperación internacional ha sido más activa y ha fortalecido la creación de bioferias y mercados locales, que apoyan directamente a los pequeños productores que utilizan prácticas sostenibles y cortocircuitos de comercialización.
Un proyecto público alineado con este principio es Agrupar, del Municipio de Quito, que promueve la agricultura participativa y las bioferias, en las que se conectan los productores agroecológicos con la población.

Vale decir que el papel de la agricultura patrimonial es crucial en la agricultura regenerativa, pues se nutre y se inspira en las prácticas ancestrales que han sido dejadas de lado.
La chacra andina y amazónica, con su policultivo, la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos y el respeto por los saberes locales, encarnan los principios fundamentales de la regeneración.
Organizaciones como Naciones Unidas han recomendado aplicar y generalizar el uso de estos sistemas de producción agrícola.
Sánchez recuerda que “Somos lo que comemos. Y si nuestros alimentos nos están enfermando significa que debemos ir a analizar las formas en la que los estamos produciendo”.
Han pedido a los gobiernos implementar políticas que incentiven la transición, a través de subsidios para insumos ecológicos o la promoción de mercados locales.
La agricultura regenerativa, al menos en este momento, es la mejor herramienta para combatir el cambio climático, asegurar la alimentación y preservar un legado cultural de conexión con la tierra.
Impulso en América Latina
En América Latina, la iniciativa de agricultura regenerativa está cobrando una fuerza notable.
Países como Brasil, Argentina y Costa Rica están viviendo un creciente interés en estas prácticas, impulsado por una combinación de agricultores innovadores, activistas ambientales y consumidores conscientes.
Se están creando redes de productores, se están desarrollando programas de certificación específicos y se están implementando políticas públicas que fomentan la adopción de la agroecología.
El potencial de la región es inmenso, ya que cuenta con una vasta biodiversidad, un rico patrimonio de saberes agrícolas y una urgente necesidad de abordar la degradación de sus tierras.
Como dice Christian Bermello, de Rikolto, se trata de regenerar el medio ambiente en el que trabajamos: “La agricultura regenerativa no se basa en prácticas solo para proteger sino también para rehabilitar y mejorar los sistemas productivos”.
"No es solo dejar de usar fertilizantes, es promover la biodiversidad del sistema, proteger el suelo, las fuentes de agua y crear un panorama digno para los agricultores": Christian Bermello
