“Ser nativo digital no significa ser competente digital”

El Director Ejecutivo de la Fundación Telefónica Ecuador reflexiona sobre el impacto de la tecnología en los jóvenes

“Ser nativo digital no significa ser competente digital”
Javier Alvarado, director ejecutivo de la Fundación Telefónica Ecuador. Foto: cortesía

Hablamos con Javier Alvarado, director ejecutivo de la Fundación Telefónica Ecuador, sobre tecnología y salud mental.

¿Qué papel juega la tecnología en la salud mental?

Hablar de tecnología en particular es hablar de tecnología digital, que está envuelta en todos los ámbitos de la vida de las personas.

Ya no es algo exclusivo del trabajo, ha incursionado en la educación, en el entretenimiento, en la economía, en la salud.

Es decir, la tecnología cruza todas las áreas de la vida; nos permite relacionarnos con nosotros mismos, nuestros gustos, nuestras curiosidades, pero también con otras personas. Y ahí entra el tema de salud mental. Porque el ejercicio de la salud mental pasa por nuestra conciencia y por nuestro inconsciente.

¿Cuál es el impacto de la tecnología en nuestra mente?

Ese es un elemento que se pone sobre la mesa. Hay otro, el enorme esfuerzo desde el desarrollo de la tecnología para conseguir que, a través de la Inteligencia Artificial (IA) generativa, lleguemos al punto de que un procesador pueda desarrollar características similares a las de las personas. ¿En qué sentido? En la capacidad de reconocer y gestionar emociones, definir criterios propios para relacionarse tanto con los seres humanos cuanto con otras máquinas.

¿La tecnología digital ha tenido un impacto positivo o negativo en la percepción de la salud mental, sobre todo de los jóvenes?

Tiene las dos aristas. Desde el lado de la investigación, en ‘health tech’, por ejemplo, están buscando las formas para que estas tecnologías puedan acompañar a mejorar la salud mental. Los grandes desarrollos son para los adultos mayores.

Hay proyectos y servicios que se están gestionando para acompañar a personas con demencia senil, Alzheimer o para reducir la soledad de los adultos mayores desde el uso de la tecnología, como robots y mascotas de compañía, que podrían interactuar o leer emociones y ayudar a los médicos y especialistas para saber cómo es el día a día de estas personas.

Entonces, podríamos encontrar, sin duda, elementos positivos para trabajar en la salud mental.

¿Y lo negativo?

En el caso de los adolescentes y jóvenes, el ejercicio de mirar desde lo positivo el uso de la tecnología para la salud mental está vinculado con algoritmos que buscan identificar, por ejemplo, de manera temprana indicios de depresión que podrían conducir al suicidio.

Y luego está el lado oscuro de la tecnología. Partimos de una premisa: todavía creemos que la tecnología es un accesorio inofensivo en la vida del ser humano, lo cual no es cierto.

Mucho de lo que pasa alrededor de la violencia en línea, por ejemplo, y que guarda relación con la salud mental, tiene que ver con esta ‘ingenuidad’ de los seres humanos que pensamos que un teléfono inteligente con acceso a Internet no tiene las mismas connotaciones que tendría un arma de fuego.

Hay una exposición constante a contenidos negativos, que provocan evidentemente mayores niveles de ansiedad y depresión.

Partiendo de esa comparación, ¿cuáles son los riesgos?

En los dos casos se requiere una pericia para poder operar, para saber en qué momento esto es necesario.

Entonces, qué estamos encontrando desde el lado de los riesgos que tiene la tecnología este momento, especialmente con adolescentes y jóvenes: un aumento de los casos de depresión y ansiedad, a propósito del excesivo, descontrolado y no mediado acceso a contenidos.

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¿Cuáles son los problemas del uso descontrolado del teléfono?

Hay estudios que evidencian que a mayor tiempo de uso de redes sociales, los jóvenes están experimentando mayor soledad y aislamiento social. Los jóvenes que están muy metidos en redes sociales no están teniendo un tejido social real, presencial, con otros individuos. Es una relación directamente proporcional.

Lo otro es el acceso a contenido nocivo. Hay un sesgo de acceso a la información que deviene en realidades distorsionadas que pueden hacer que las personas crean o refuercen una única forma de ver el mundo.

Hoy que hablamos mucho de equidad e inclusión, la apertura a diferentes formas de vida, también vemos que en los jóvenes los comportamientos de estigmatización o discriminación se están reforzando.

Vemos una ola en Europa de volver a los nacionalismos, hacia estas corrientes que fueron muy perjudiciales, todo producto del consumo excesivo de una única fuente de información.

¿Cómo se añade a esas percepciones de los jóvenes lo aspiracional, es decir, verse como se ven ‘otros’ en redes sociales?

En la adolescencia, los jóvenes desarrollan su sentido de pertenencia e identidad. Para las generaciones anteriores al desarrollo de la tecnología, ese sentido de identidad estaba muy vinculado con un equipo de fútbol, con una comunidad cercana.

Ahora, uno se puede identificar con una cultura K-pop asiática, y percibirse como parte de ella. Las identidades de adolescentes y jóvenes están mediadas por aquello que consumen en Internet. En años anteriores, se escuchó con fuerza retos como el de la ballena azul, y vimos cómo se exponía a los jóvenes a situaciones de riesgo, por efecto de sentirse ‘parte de’.

Luego se ven tendencias en las redes, como en Instagram por ejemplo, que van generando en las personas una suerte de esquizofrenia social.

Redes sociales que profundizan la esquizofrenia social...

Las redes sociales sí han profundizado la llamada esquizofrenia social que está vinculada con estas diferentes facetas con las que las personas se quieren relacionar o las formas en las que quieren que los otros las vean.

Pasa mucho que los jóvenes tienen tres o cuatro cuentas de Instagram, una en la que quieren mostrarse como deportistas; otra en la que comparten una imagen como influencers. Van asumiendo distintas identidades en cada una.

¿Solamente se queda en la esquizofrenia social o puede haber otro tipo de consecuencias?

Lamentablemente cuando hablamos de uso y acceso a Internet, las plataformas tienen unos parámetros en los que se establecería la edad mínima para que los más jóvenes puedan participar en esos espacios. Facebook nos hablaba de 16 años, por ejemplo, Instagram habla de 14 o 16 años. Pero la verdad es que no hay filtros de edad para los contenidos que se pueden encontrar en estas redes sociales.

A veces, los jóvenes dan los datos de sus padres para crear cuentas en redes con información falsa…

Y se ven familias que abren cuentas de niños recién nacidos en redes. Ya nacen y tienen su perfil en Instagram. No solamente es el tema de esquizofrenia social, también están la ansiedad y la depresión.

Lo otro es el acoso, el ciberacoso y la violencia en línea. En estas plataformas digitales, cuando no están mediadas, aumentan los casos de abuso.

Y esto se traslada al mundo físico. Hay niños y adolescentes que están viviendo crisis muy graves por bullying, que están basadas en un ciberbullying. Al punto de que las mismas plataformas han tenido que cambiar sus maneras de interactuar.

¿Por qué?

Por este sentido de búsqueda de aceptación que tenemos los seres humanos y, de manera particular, los adolescentes y los jóvenes.

Si tenías menos 'likes' hacías lo que fuera para incrementar el número de ‘estas señales de aceptación social’. Hay jóvenes que todo el tiempo cambian su foto de perfil porque la gente no está reaccionando como ellos esperaban. Son señales de una ansiedad creciente.

¿Qué pasa con la adicción a la tecnología?

Ya se habla mucho de cómo, al igual que cualquier otra adicción, la adicción a la tecnología afecta las relaciones interpersonales, el rendimiento académico, los ciclos de sueño.

Hay casos de jóvenes que se metieron en un videojuego en línea y no comen, no duermen. En cuanto a la falta de sueño se habla mucho del efecto que tiene la luz azul de los dispositivos y de cómo interfiere en los ciclos de sueño.

El incumplimiento de los ciclos normales de la vida genera problemas de salud mental, afecta la memoria y el desarrollo cognitivo.

Entonces, si bien podrían parecer efectos secundarios, hay una causa raíz clara que es el uso inadecuado de los dispositivos inteligentes.

¿Cuáles son los efectos que se reflejan en la actitud de los jóvenes?

He mencionado este ejercicio de la falta de aceptación, por algo tan sencillo como la presión social y la comparación. Los jóvenes y adolescentes están permanentemente comparándose con otros.

Si estás en el colegio y tus compañeros, a la edad de 10 u 11 años tienen acceso a un teléfono móvil, tus problemas son por qué tú no tienes acceso a ese teléfono móvil. Y no es cualquier teléfono, es el de última generación. Eso está afectando la autoestima de los chicos.

La presión social para cumplir estándares irreales nos empuja a la falta de aceptación propia.

El ciberbullying se fortalece en esta necesidad de aceptación, nos empuja a pensarnos con estándares de belleza irreales. Todo el ejercicio de uso indiscriminado de filtros está muy vinculado con estas percepciones de la realidad, en la toma de decisiones que tienen adolescentes y jóvenes.

Quizás 10 años atrás no se esperaba que un niño de 10 u 11 años estuviera pidiendo una cirugía de nariz porque sus amigos lo presionan con comentarios.

¿Qué otros impactos están generando la tecnología digital y las redes sociales en los jóvenes?

En seguridad y privacidad hay una falta de conciencia sobre lo que significa privacidad en línea y cómo quedamos expuestos. Ahí se ve cómo el crimen organizado tiene una puerta enorme de acceso para la trata, el tráfico de personas, la pornografía infantil, la explotación sexual en línea de jóvenes que no logran discriminar las formas de relacionarse en el campo digital.

Y, por otro lado, el tema de desconexión social, pero de cara a las interacciones entre seres humanos; esto afecta a la persona después, en el mundo laboral. Las empresas se quejan de que no logran encontrar personas con habilidades sociales, de comunicación efectiva, de escucha activa, de relaciones y trabajo en equipo.

¿Por qué? Porque la desconexión social, producida por un exceso de uso de tecnología, inhibe el desarrollo de las habilidades socioemocionales en los nativos digitales mucho más que en quienes somos migrantes digitales.

¿Cuáles son los límites? ¿Qué se puede esperar?

Hay investigadores que están planteando un escenario apocalíptico, pero creo que más bien es un llamado de alerta y atención en sociedades como la nuestra, en las que de alguna manera la tecnología está apenas en una fase de entrada.

Hay muchos desarrollos tecnológicos que no usamos y, por tanto, es una ventana de oportunidad para hacer una adecuada gestión. ¿Qué significa esto? Entender desde la educación que ser un nativo digital no es ser un competente digital. El haber nacido con tecnología no es lo mismo que tener las competencias y las habilidades para desarrollarse en ese entorno.

¿A qué nos referimos con habilidades digitales?

Habilidades y competencias que van desde aprender a reconocer qué es falso y qué no, de comprender la autorregulación; aprender sobre privacidad y seguridad, desde la perspectiva, por ejemplo, de decir 'no voy a compartir mis datos personales, no puedo aceptar perfiles extraños en mis cuentas y darles acceso a todo lo que está pasando en mi vida'.

Entonces, hay que trabajar en educación, es una labor que pasa por la familia y por el sistema educativo.

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En Ecuador se debate la prohibición de llevar teléfonos a las aulas de clases...

Creo que hay que entender qué se busca regular. La palabra prohibir puede ser compleja. ¿Cuál es el objetivo por el cual se utiliza la tecnología dentro del aula? Si ese dispositivo está siendo utilizado como herramienta de aprendizaje y de acceso a recursos educativos, eso es una cosa.

Lo que se está debatiendo es que chicos y chicas hagan un uso indiscriminado de sus dispositivos y que eso esté generando algunos de estos otros elementos de los que hemos hablado.

Alguien que se la pasa en redes sociales, que publica información personal, que tiene intercambios ofensivos de ciberbullying desde el dispositivo, en lugar de estar desarrollando habilidades, es materia de debate.

¿Qué se debe promover en ese espacio educativo?

Hay que aprovecharlo para construir habilidades y destrezas, para reconocer cuáles son informaciones verídicas y cuáles falsas; dentro de las búsquedas en plataformas, cómo utilizar y gestionar de manera adecuada la IA. Porque la IA ya está en la casa. Cuáles son los riesgos de los videojuegos en línea y las interacciones con extraños.

Puede haber muchas formas en las que, sin utilizar el dispositivo en el aula, hablar del uso de la tecnología y del sistema educativo podría ser un espacio de oportunidad  porque es un entorno controlado. Pero también se necesita que en ese espacio participen los padres y madres de familia.

¿Estamos a tiempo de tomar acciones? ¿Y si no se implementan, qué escenario nos espera?

Hay niños menores de cinco años utilizando dispositivos. Ese es un serio riesgo para el desarrollo de su motricidad fina, de su motricidad gruesa, de sus habilidades socioemocionales, su ubicación espacial, sus relaciones interpersonales, su desarrollo cognitivo.

Las áreas de desarrollo que un ser humano debe potenciar en los primeros cinco años de vida están en serio riesgo, porque los padres para que el niño o la niña se queden quietos, para que no lloren, les entregan un dispositivo móvil y les dan acceso, aparentemente, a contenido inofensivo.

Las áreas de desarrollo que un ser humano debe potenciar en los primeros cinco años de vida están en serio riesgo.

¿Ese contenido lo puede diferenciar un niño a esa edad?

El contenido que se está desarrollando para estos niños genera saturación y una sobre estimulación. En esos contenidos se ven muchos colores vivos, mucho movimiento, pantallas que saltan de un lugar a otro, con ruidos estridentes. Y eso inhibe el desarrollo natural del cerebro del ser humano a esa edad.

El cerebro comienza a acostumbrarse y a necesitar esa sobre estimulación de manera permanente. Es una adicción.

¿Qué sucederá después con estos niños?

No pueden estar en un entorno educativo y sentarse cinco o diez minutos a atender una clase. Ese cerebro ya no tiene la capacidad de hacer ese ejercicio, de leer. La generación de milenials y centenials tiene un pico de atención de ocho segundos. Después de eso, los perdiste.

Si generaciones como la nuestra pueden ver un tráiler de una película de dos minutos, esta generación necesita tráileres de 12 segundos. Si en los primeros tres segundos no lograste la atención en TikTok, estás fuera. Eso hace que el resto del mundo se mueva a ese ritmo, porque los cerebros de las nuevas generaciones no están en la lógica de prestar atención y retener información.

¿A qué generación nos estamos enfrentando?

Las generaciones de 2020 en adelante, la Generación Alfa, la pregunta es: ¿cómo logramos que tenga la capacidad de retardar el estímulo, que es un elemento básico en el desarrollo del ser humano?

Nuestros padres nos decían: cuando llegue a casa te doy el juguete y entendíamos que había una recompensa porque había que retardar ese estímulo.

Pero vemos en las mismas redes sociales, que si un papá le quita el celular a un chico, este destroza la casa porque no tiene la habilidad de retardar el estímulo. Entonces, son habilidades profundas en el desarrollo de una persona las que se van distorsionando. 

¿Cómo está influyendo la tecnología digital en ese comportamiento?

La tecnología está siendo desarrollada para que sea lo más intuitiva posible. Por eso se ve a niños de dos o tres años que agarran un teléfono y entienden rápidamente cómo desbloquearlo y cómo entrar a YouTube o a un videojuego.

¿Qué significa eso? Se pierde la capacidad de pensamiento crítico. La resolución de problemas y el pensamiento crítico pasan porque tienes unos desafíos que tu cerebro debe procesar. Por eso se ve una generación que ha perdido la capacidad de lectura, que está generando nuevas formas de comunicación, como los emojis. Se está haciendo un ejercicio de nuevos códigos de comunicación y esto abre de nuevo una brecha de relaciones intergeneracionales.

Estamos perdiendo la capacidad de reconocer qué es real y qué no, aceptamos las cosas como verdades absolutas.

¿Cuál es el riesgo de perder esas habilidades?

Cuando esta persona pierde esas habilidades es evidente que hay un riesgo en la vida adulta. Esas nuevas generaciones van a tomar las decisiones de un país. Y son los que deberían gestionar más adelante los desarrollos de la tecnología.

Y más grave aún, estos sentidos de inmediatez están siendo un caldo de cultivo para la captación de adolescentes y jóvenes en el crimen organizado.

La cifra es alarmante: seis de cada diez personas vinculadas con el crimen organizado son adolescentes. ¿Y cómo entran? Les ofrecen el iPhone, la consola de videojuego o aquello que le genere esta idea de estatus y estilos de vida.

La cifra es alarmante: seis de cada diez personas vinculadas con el crimen organizado son adolescentes.

Estos son riesgos latentes de una falta de trabajo consciente para alcanzar el uso ético, responsable y saludable de la tecnología por parte de los niños, niñas y adolescentes.

¿Cómo dar los primeros pasos y minimizar los riesgos?

Somos una sociedad hiper regulada y aprobamos leyes para todo. Esto no va mucho por la regulación. Hay que trabajar en una cultura social y se lo hace desde diferentes actores.

Nosotros, por ejemplo, como compañía, tenemos un compromiso y movilizamos a nivel global lo que denominamos el Pacto Digital. Es un llamado a los actores multidisciplinarios a entender que la ética es parte del desarrollo de la tecnología, a entender por qué necesitamos conectar a los no conectados, para no generar mayores exclusiones, por qué se necesita trabajar en una desconexión digital y fomentarla en de las culturas organizacionales. 

Para que desde los entornos institucionales, si cabe el término, se puedan regular esas relaciones. Y en las relaciones personales también. Este tema de que 'te mandé un mensaje y me dejaste en visto' es una locura, porque se ha interpretado o se ha generado una regla de algo que no se ha conversado.

¿Hay eco para promover un Pacto Digital en nuestra sociedad?

Más en Europa que en América Latina. El Pacto Digital ha movilizado a que en Europa se hable y se estén legislando los derechos digitales de las personas y eso es importante.

Nosotros hemos comenzado un trabajo para que primero se hable de ciudadanía digital, entender que estar ahí también significa una serie de deberes y responsabilidades.

Lo que no podemos hacer es pensar que lo que nos sirvió hace 50 años nos va a servir ahora. Necesitamos tener conciencia de que la tecnología ha avanzado de modo exponencial y debemos tener conversaciones sobre estos temas de manera frecuente, progresiva, para ir definiendo nuestros nuevos parámetros y dinámicas de comportamiento social.

¿Cuál es la lección más importante?

Necesitamos desarrollar competencias digitales. La tecnología no es inofensiva; la tecnología es un excelente habilitador de desarrollo, siempre y cuando sepamos gestionarla.

Necesitamos desarrollar competencias digitales. La tecnología no es inofensiva.

No podemos dejar que la tecnología nos diga hacia dónde tenemos que movernos. En el centro de todo tiene que estar el ser humano. La tecnología no puede ser ni el principio ni el fin.