El valle del río Coca podría convertirse en un cañón

El valle del río Coca podría convertirse en un cañón
Panorámica del río Coca, que muestra cómo la erosión regresiva ha producido movimientos de tierra y pérdida de la capa vegetal en las márgenes. Crédito: Celec EP, enero de 2024.

Un desastre nunca antes documentado por la humanidad ocurre, en tiempo real, en el valle del río Coca de Ecuador. Impactará incluso la cuenca del Amazonas, con consecuencias humanas, ambientales y económicas que nadie se atreve a predecir.

La reconfiguración de la cuenca del río Coca impactará incluso al Amazonas, con consecuencias humanas, ambientales y económicas que nadie se atreve a predecir.

El fenómeno, que se agudizó en 2020, es un desastre de dimensiones nunca antes documentadas por la humanidad.

Dos recientes estudios describen un evento tan profundo que ninguna intervención humana podrá detener: una parte importante del valle está en proceso de desaparecer para dar paso a un cañón.

Aunque los científicos coinciden en que se trata de un cataclismo natural, que lleva miles de años caminando de forma inexorable, hay quienes advierten que la construcción de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair aceleró lo que de otro modo iba a tomar siglos.

Las señales más visibles de los cambios en la cuenca del río Coca, que se agudizaron en 2020 tras el colapso de la cascada San Rafael, son una erosión regresiva en los márgenes del río, la alteración de la movilización de sedimentos y constantes deslizamientos de tierra.

La cuenca del río Coca cubre un área de 5.283 kilómetros cuadrados, está ubicada en la zona de transición entre la cordillera de los Andes y la Amazonía ecuatoriana. El río Coca es tributario del río Napo que, a su vez, se conecta con el Amazonas.

Mientras que en el valle hay un cataclismo, 90 kilómetros aguas abajo, en poblaciónes amazónicas como Puerto Francisco de Orellana, también conocida como El Coca, la turbiedad del agua va en aumento, se han presentado inundaciones.

Ubicada en la convergencia entre los ríos Coca y Napo, El Coca es una ciudad de 51.300 habitantes, que vive del comercio, los servicios alrededor de la explotación petrolera y de otras actividades de subsistencia, como la pesca.

En diálogo con Youtopía, Linda Aracely Toledo, presidenta de la Asociación de Pescadores de El Coca asegura que los pobladores están “amarrados de pies y manos en la pesquería. El producto está muy contaminado” y los peces escasean.

Los derrames de petróleo, especialmente los de 2020 y 2022, han empeorado la contaminación de las aguas, dice Toledo.

La expansión de un nuevo cañón entre los kilómetros ocho y 20 del río Coca no solo destruye edificaciones, puentes y parcelas agrícolas, sino que también ha significado la rotura en varisa ocasiones de parte del Sote y del OCP, los dos oleoductos de Ecuador, y del Poliducto Shushufundi-Quito.

Un estudio publicado en enero de 2024 por la Corporación Eléctrica de Ecuador, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos, el Departamento de Agricultura y el US Geological Service da cuenta de la destrucción de infraestructura y resalta el problema de la contaminación del agua para poblaciones como El Coca.

Además, la erosión “en los ríos Piedra Fina y Marker, que se unen al río Coca en los kilómetros 14 y 16, respectivamente, ha destruido puentes y un tramo de la carretera E45”, la única que conecta a Quito con el valle.

Erosión regresiva del río Coca: un golpe a la megadiversidad amazónica con 508 ha de bosque perdidas
La erosión regresiva del río Coca afectó el bosque nativo entre junio del 2020 y enero del 2024. Existen riesgos en la zona de influencia del río. Redacción Youtopía La erosión regresiva del río Coca produjo la pérdida de 508 hectáreas de bosque en tres años, entre junio de 2020

Diez años de caos

Es pleno pico de la temprada lluviosa de 2024 en la cuenca del río Coca -que va de abril a agosto- y los ojos de Ecuador siguen puestos sobre la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, de 1.500 megavatios de potencia.

La hidroeléctrica corre el riesgo de sufrir serias averías y su túnel de captación de agua podría quedar “desconectado” del lecho del río que lo alimenta.

Según el mismo estudio, las alteraciones en la cuenca y el valle del río Coca podrían comenzar a calmarse al cabo de 10 años.

Las alteraciones en la cuenca y el valle del río Coca podrían comenzar a ceder recién dentro de 10 años.

Mientras tanto, con la llegada de las lluvias, en la tercera semana de junio de 2024, la erosión regresiva avanzó casi mil metros para ubicarse a seis kilómetros de la infraestructura de captación de agua Coca Codo Sinclair.

La erosión se está “volviendo cada vez más rápida, porque el tipo de roca que queda es muy suave y se desmorona con facilidad”, explica Carolina Bernal, una geóloga ambiental con un doctorado en geomorfología e hidrosedimentología, que monitorea los ríos de la Amazonía ecuatoriana.

Aunque el estudio defiende la tesis de que esta catástrofe natural no fue directamente causada por Coca Codo Sinclair, Bernal argumenta que la construción de la mayor hidroeléctrica del país sí aceleró el proceso.

El sueño del jaguar

La construcción de Coca Codo Sinclair empezó en 2010, en la margen derecha del río Coca, en el cantón El Chaco. Era una de las obras emblemáticas del gobierno del entonces presidente Rafael Correa.

Había entusiasmo entre los ingenieros eléctricos, pues el proyecto estuvo congelado en planos durante 10 años.

Para la construcción fueron traídos dos taladros alemanes en forma de disco, de nueve metros de diámetro y 105 toneladas cada uno. Con ellos Sinohydro perforó los 24,5 metros del túnel diseñado para captar el agua del río Coca.

El paso de los gigantescos taladros, que fueron transportados por tierra desde el puerto de Guayaquil hasta el sitio de las obras en la Amazonía, simbolizó la promesa del “cambio de matriz energética” anunciado por Correa.

Era parte del sueño de Ecuador de convertirse en el “jaguar latinoamericano”, a semejanza de los países conocidos como los tigres asiáticos: Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong, que comenzaron un proceso de rápida industrialización en la década de 1960.

Pero, siete años después de su inauguración, la hidroeléctrica que costó unos 2.900 millones, casi tres veces lo que originalmente se había estimado, evidencia serios problemas de diseño, de construcción y de manejo de sedimentos.

El Estado libra una batalla ya no para salvarla, sino para extender un poco más sus años de vida. Se suponía que iba a durar medio siglo, pero los más pesimistas calculan que a duras penas aguantará en pie una década, o sea, hasta 2027.

“Ahora ya no pueden hacer nada. Es demasiado tarde”, dice Bernal sobre el futuro de Coca Codo Sinclair.

“Ahora ya no pueden hacer nada. Es demasiado tarde”.

Se ha hablado de construir un dique seco o poner nuevos pilotes para estabilizar al río Coca, pero Bernal explica que no hay ninguna obra que pueda detener la reconfiguración hidrológica, geológica y geográfica que estamos viendo.

¿Por qué se enloquece un río?

La mayoría de los ríos de Ecuador nace en lo alto de las montañas y fluye hacia las tierras más bajas, lo que significa que sus lechos no son planos sino que tienen una pendiente.

El río Coca, por ejemplo, se forma en la confluencia de los ríos Quijos y Cosanga, que vienen de los glaciares del Antisana, un estratovolcán activo localizado en la provincia amazónica de Napo.

El Antisana es la cuarta montaña más alta del país y pertenece a la estribación norte de la cordillera de los Andes. Los ríos que nacen allí tienen pendientes pronunciadas, que les dan “fuerza para erosionar y transportar agua y sedimentos”, explica Bernal.

Los sedimentos no son más que partículas o trozos de los materiales que contiene la cuenca aguas arriba y que son transportados por los ríos.

En este caso los sedimentos son partes de rocas volcánicas, rocas metamórficas y sílice, un mineral más conocido como cuarzo, que se caracteriza por su dureza.

Al contrario de otros minerales, las partículas y trozos de cuarzo no se deshacen en el agua ni se ablandan.

Antes de la construcción de Coca Codo Sinclair, los sedimentos más grandes, como las rocas de cuarzo, se depositaban a lo largo del lecho del río Coca, pero ahora ese lecho está desnudo aguas abajo de la hidroeléctrica.

Las compuertas no existen

“El peor cáncer para las hidroeléctricas son los sedimentos, por eso se diseñan con infraestructura para gestionarlos, pero en Coca Codo Sinclair eso está ausente”, agrega Bernal.

Se refiere a las compuertas de fondo que el embalse de la hidroeléctrica debía tener y que no fueron construidas por la empresa china Sinohydro.

El peor cáncer para las hidroeléctricas son los sedimentos.

Estas compuertas suelen diseñarse para que se levanten con las crecidas del río, para permitir el paso de sedimentos. Sin ellas, los sedimentos se acumulan aguas arriba de la hidroeléctrica y aguas abajo, el lecho del río se vuelve inestable.

“El río empieza a tratar de recuperar su equilibrio de agua y sedimentos y por eso la erosión se acelera, a esto lo conocemos como el fenómeno de aguas hambrientas”, dice Bernal.

A la larga, lo que va a pasar es que el lecho del río se hará más proundo y no calzará con el túnel de captación de Coca Codo Sinclair, “la hidroeléctrica se quedará sin agua porque se desconectarán el túnel y el lecho del río”, dice Bernal.

El dilema hidroeléctrico

En la temporada seca de 2023 la operación de Coca Codo Sinclair se redujo o se detuvo de manera temporal por el bajo caudal en el río, mientras que en la época lluviosa tuvo que parar de nuevo porque el agua llega tan cargada de sedimentos que las turbinas corren el riesgo de quedar destruidas.

Retiro de sedimentos en Coca Codo Sinclair, tras la crecida del río Coca. Cortesía: Celec.

Pese a sus diferencias de interpretación del fenómeno, los científicos coinciden que la primera señal de la aceleración de esta catástrofe fue el colapso en febrero de 2020 de la cascada San Rafael, un salto de agua de 144 metros de altura que le brindaba estabilidad al río Coca.

La cascada se formó a partir de una estructura de lava expulsada por El Reventador, otro estratovolcán activo que ha configurado la geografía del valle del río Coca a lo largo de miles de años.

El agua de la cascada pasaba por encima de este flujo de lava seco, que formaba una especie de punto duro, que ayudaba a controlar la erosión.

Por otro lado, el lecho del río tenía una capa protectora formada por enormes clastos, que son rocas metamórficas, y por los sedimentos.

Una vez perdida la cascada y con una hidroeléctrica sin compuertas para el paso de sedimentos, comenzó la llamada erosión regresiva.

“Hablamos de regresiva porque es un proceso erosivo de las márgenes del río que va en contraflujo de la corriente, en dirección hacia las partes más altas”, agrega Bernal.

El estudio de Celec y de los investigadores estadounidenses asegura que la cascada estaba geológicamente activa y se asentaba sobre un suelo inestable antes de 2010, el año en que inició la construcción de la hidroeléctrica.

La cascada estaba geológicamente activa y se asentaba sobre un suelo inestable.

“Es verdad que con el tiempo la cascada iba a desaparecer, tal vez en unos cuantos miles de años, pero estaba protegida por la capa de roca y sedimentos que había en el lecho del río Coca, que era como una malla”, dice Bernal.

Ya sin la cascada y sin compuertas de fondo en Coca Codo Sinclair, el río se desequilibró por falta de sedimentos y empezó a comerse las paredes del valle.

El estudio estima que en los tres primeros años después del colapso de la cascada la erosión movilizó más de 500 millones de toneladas de sedimentos y corrió 13 kilómetros hacia arriba, en dirección a Coca Codo Sinclair.

Epidemia de erosión

El fenómeno llegó también a los afluentes del río Coca, como los ríos Marker, Piedra Fina, Loco y Malo. “Es una epidemia de erosión”, comenta Bernal.

Así es como un valle antes amplio, donde se asientan varias poblaciones dedicadas a la agricultura y la ganadería y donde existe infraestructura clave para la economía de Ecuador, ha empezado a convertirse en un paisaje apocalíptico.

“El desarrollo de las hidroeléctricas es necesario, pero hay que hacerlo de manera que la afectación sea manejable. Lo que vemos ahora en la cuenca del río Coca es inmanejable”, señala Bernal.

La afectación ambiental, económica y humana ya es inmensa, incluso se habla de un posible desplazamiento interno de poblaciones enteras y de una costosa reubicación de los oleoductos que transportan el petróleo desde la Amazonía norte hasta el puerto de Balao en el Pacífico.

Ecuador ha empezado a pagar las consecuencias del desastre, el país vive una crisis energética que lo ha llevado a enfrentar apagones, en parte por los problemas en Coca Codo Sinclair, y a tener su producción de petróleo mermada por las reparaciones en los dos oleoductos, cuyo trazado tendrá que cambiarse.

En años de estudios de los ríos andinos y de la cuenca del Amazonas, Bernal dice que se ha visto que cuando se construyen hidroeléctricas en los Andes, los que sufren son los ecosistemas de las partes bajas, como la cuenca del Amazonas.

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Los expertos advierten que la profundización del lecho del río Coca amenaza no solo el túnel de captación sino la represa de la hidroeléctrica.

Esta infraestructura no está diseñada para aguantar la profundización que experimenta el río, especialmente en el kilómetro 63,5.

Bastarían solo dos metros más de incisión del lecho del río en ese punto para que la hidroeléctrica se vea forzada a parar por problemas en la captación de agua.

Y dan como un hecho que los dos oleoductos y las tuberías que abastecen de agua potable al valle tendrán que ser desviados hacia las colinas, al oeste del corredor del río Coca, donde el suelo es más rocoso.

Todos coinciden en que se necesitan estrategias de largo plazo para lidiar con este desastre ambiental y económico.

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