¿Minería o agua? El dilema en los páramos andinos

La expansión minera en zonas de páramo y alta montaña reactiva un debate complejo. Arcom advierte riesgos de la minería no regulada.

¿Minería o agua? El dilema en los páramos andinos
La superficie de páramos en Ecuador es de 1,4 millones de hectáreas. Se ubican en 17 de las 24 provincias. Foto: Fonag

La expansión de la minería en zonas de páramo y alta montaña ha reactivado un debate complejo, que va más allá de un “sí” o “no” a la actividad extractiva.

Lo que está en juego son tensiones profundas entre conservación ambiental y desarrollo económico, entre intereses locales y nacionales (e internacionales), entre conocimiento científico y saberes ancestrales.

¿Es posible una minería sostenible? ¿A qué costo se extraen los minerales que usamos a diario? ¿Y quién paga las consecuencias ambientales y sociales de esta industria?

Ese fue el eje del debate en el Foro Entre el páramo y la ciudad: agua, minería y sostenibilidad en perspectiva, organizado por Wasi Lab.

Quimsacocha: el páramo estratégico que abastece a Cuenca
El Área Nacional de Recreación de Quimsacocha tiene unas 3.000 hectáreas. Un informe técnico alerta sobre los riesgos de la minería en esta zona.

El corazón del conflicto: agua, páramos y territorio

Los páramos son ecosistemas frágiles y esenciales para la producción de agua, que abastece a millones de personas en las ciudades andinas.

En ese contexto, la presencia de proyectos mineros —tanto legales como ilegales o informales— ha generado alarma entre comunidades rurales, organizaciones ambientales y expertos científicos.

Desde la biología, el ecólogo de páramos Robert Hofstede plantea que el debate es estructural: “Aquí se cruzan varios dilemas. Conservación versus desarrollo, lo rural frente a lo urbano, gobernanza local contra decisiones centralizadas, y los intereses globales chocando con las prioridades de las comunidades que habitan estos territorios”.

La minería preocupa no solo por sus impactos ya conocidos, como la contaminación de fuentes hídricas o la deforestación, sino también por los efectos aún no estudiados. “Hay impactos que la ciencia aún no ha dimensionado completamente, y eso hace que el riesgo sea mayor: lo que ya sabemos y lo que aún ignoramos”, subraya Hofstede.

34 áreas de protección hídrica garantizan el acceso al agua
Ecuador cuenta con el Primer Atlas de Áreas de Protección Hídrica.

Más ciencia, menos dogma

La discusión, sin embargo, no es unívoca. Desde el campo técnico, la consultora en hidrogeología Catalina Delgado Checa sostiene que uno de los problemas centrales es la falta de conocimiento riguroso y especializado.

“Necesitamos más profesionales formados para analizar de manera integral el impacto de la minería. Incluso tomar muestras de agua o suelo implica intervención, y eso ya genera fricciones en los territorios”, señala.

Por su parte, el biólogo tropical y director de sostenibilidad en SolGold Ecuador, Hugo Arnal, propone una visión menos polarizada.

“La minería no es nueva, tiene más de 12.000 años en América Latina. Todo lo que nos rodea contiene minerales: celulares, computadoras, medicinas. No podemos prescindir de ellos. El reto no es eliminar la minería, sino hacerla con desarrollo tecnológico y criterios de sostenibilidad”.

SolGold está a cargo del proyecto Cascabel, ubicado en la provincia de Imbabura. La minera de origen australiano prevé comenzar su producción de cobre, oro y plata en 2030.

El Foro Entre el páramo y la ciudad: agua, minería y sostenibilidad en perspectiva, se realizó el 21 de octubre de 2025, en la PUCE (Quito). Foto: Youtopía Ecuador

Sin agua no hay vida

Para muchas comunidades rurales e indígenas, sin embargo, la minería representa una amenaza directa a su modo de vida.

Achik Zaruma, mujer kichwa kañari y defensora de los derechos ancestrales, lo expresa con claridad: “Si no cuidamos el agua, no habrá alimentos. En Cañar, por el cambio climático, ya no hemos podido sembrar quinua desde hace dos años. Desde los páramos llega la comida a la ciudad. Tenemos que pedir permiso a la naturaleza”.

Esta visión contrasta con la lógica extractiva, donde la riqueza se mide en toneladas de minerales y no en ciclos de cultivo o agua limpia.

Para Zaruma, la sostenibilidad debe incluir el respeto a los derechos de la naturaleza y a la cosmovisión de los pueblos originarios.

Los pasivos ocultos

Más allá del tipo de minería, otro punto crítico es lo que ocurre después de la extracción. Esteban Barriga, coordinador del colectivo Quito Sin Minería, denuncia que “el Estado y las empresas no asumen los pasivos ambientales. Las relaveras —estructuras para almacenar residuos tóxicos— son altamente peligrosas. Hay riesgos de colapso, filtraciones y deslizamientos que afectan a las comunidades cercanas”.

La preocupación es compartida por la Agencia de Regulación y Control Minero (Arcom), que en su Informe de Rendición de Cuentas 2024 advierte sobre los efectos de la minería no regulada: liberación de metales pesados como mercurio y cianuro, pérdida de biodiversidad por deforestación, degradación del suelo y fragmentación de hábitats sensibles.

Aunque se promueven prácticas de minería responsable, el informe reconoce que la falta de control y fiscalización sigue siendo una barrera para generar confianza ciudadana.

La industria minera y los desafíos frente a la sostenibilidad
Redacción Youtopía La industria minera en el mundo se enfrenta a un doble reto en la actualidad. Primero, reducir su huella ambiental y social a gran escala. Segundo, producir más, sobre todo minerales estratégicos (como el cobre), para la transición energética. Los objetivos sostenibles para la minería se orientan a

Un debate abierto

El debate sobre la minería en los páramos no tiene respuestas fáciles. La ciencia ofrece herramientas para entender y mitigar los impactos, pero no resuelve las tensiones sociales, políticas y culturales que emergen cuando el desarrollo económico se enfrenta a la protección de los ecosistemas.

Mientras tanto, las comunidades campesinas e indígenas siguen exigiendo participación y justicia ambiental. Y la sociedad urbana, muchas veces desconectada de los territorios, enfrenta la paradoja de depender del agua de los páramos, mientras consume productos fabricados con minerales extraídos de esos mismos suelos.

El desafío está en encontrar un punto de equilibrio real: uno que no solo mida costos en dólares, sino también en derechos, salud, vida y futuro.