Los cultivos hidropónicos ganan terreno en la provincia de Azuay
Este tipo de huertos se basa en el ahorro de espacio, tiempo y agua. Se discute sobre su sostenibilidad.

Quienes están detrás de Aqua Payana se sienten contentos con los resultados obtenidos hasta ahora. "Comenzamos en 2019 y nos potenciamos después de la pandemia", cuenta su cofundador, Rigoberto Guerrero.
Recuerda que quienes empezaron produciendo hortalizas hidropónicas a nivel casero no eran agricultores tradicionales sino profesionales de otras ramas. Luego escalaron la producción para la comercialización.
El 16 de febrero de 2025 dieron un gran paso en su objetivo de que los productos hidropónicos sean accesibles, a través de gobiernos parroquiales que estén dispuestos a incentivar un cambio en la producción tradicional.
La instalación del GAD Daniel Córdova Toral (Gualaceo) inaugurada ese día es de mediana escala, con 2.000 plantas de siete hortalizas. Es el primer proyecto en un GAD rural, tiene paneles solares para la planta y usa agua lluvia, dice Guerrero.

Guerrero recuerda que hasta 2021 la recepción era baja porque la gente tenía recelo de comer hortalizas no producidas en el suelo. “Pero desde 2023 ha ido abriendo su mente hacia nuevos tipos de producto y de producción”.
Pasaron a producir a mediana escala para supermercados y también a instalar sistemas hidropónicos. Reconoce que la producción ha sido exclusiva para un target de poder adquisitivo medio y medio alto.
Una lechuga, por ejemplo, llega al intermediario a USD 0,75 y al consumidor a USD 1,10. La ventaja -dice- es que el usuario paga por un producto de buena calidad de hoja, más seguro y saludable que uno cultivado en tierra.
Aqua Payana produce fresas premium y cuatro tipos de lechuga, acelga, albahaca, apio, culantro, menta, perejil y stevia. Y están estudiando el mercado para ampliarse a los tomates riñón y cherry y al arándano.
“Nosotros acopiamos una cantidad parcial de los otros productores y también la empacamos bajo nuestra marca, pero otra parte significativa la venden por su cuenta, a través de sus redes y sus marcas”.
En ese caso, explica, lo que hace la empresa es monitorear mensualmente el agua de los sistemas hidropónicos de los productores, pero el agricultor es quien se encarga de toda la fase de producción.
Las ventajas y las limitaciones
Rigoberto Guerrero, ingeniero civil vinculado a empresas y proyectos de manejo de recursos hídricos, cuenta que sentían urgencia de emprender ante la emigración y el envejecimiento de los productores.
“En 20 ó 30 años los agricultores tendrán 70 años y sus hijos y nietos ya no se encargarán”, dice Guerrero.
Además, el cambio climático está disminuyendo la disponibilidad de agua para la agricultura. “La primera sequía es la disminución de los caudales; la siguiente es la sequía en sí misma, y la última -que también atravesamos en 2024- es la sequía socioeconómica”.
Considera que con la hidroponía, la mano de obra disminuye pues no se necesita preparar la tierra ni fertilizar. También se limita el crecimiento de la frontera agrícola que, junto con el crecimiento urbano, está presionando áreas de recarga hídrica.
El primer eje de la optimización a través de este sistema, dice Guerrero, es un ahorro de espacio entre cinco y diez veces: un metro cuadrado podía producir siete u ocho lechugas y ya puede producir entre 40 y 80.
El segundo es el ahorro de tiempo. El contacto con el agua elimina el estrés de la hortaliza y la profundización de raíces y se genera biomasa en sus hojas, lo que hace que el desarrollo baje de tres meses a seis semanas.
Por último, explica, hay ahorro de agua. El agua con sales nutritivas recircula de manera permanente en un sistema cerrado; cada semana o diez días se recarga el tanque. Esto significa un ahorro del 80% u 85% frente al modelo tradicional.
Reconoce que por su tecnología y por su costo (tuberías, tanques reservorios, insumos), este sistema representa una gran inversión inicial, pero puede ser amortizada durante el tiempo de producción.
Si un cultivo hidropónico es mal manejado, hay riesgo de acumulación de nitritos y nitratos en la producción, lo que puede causar daño en el organismo. Asimismo, es altamente dependiente de proveedores y de una fuente de energía.
La hidroponía como alternativa
La hidroponía -que solo puede considerarse cultivo orgánico si usa fertilizantes orgánicos para la solución nutritiva que alimenta la planta- es impulsada por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
La ve como una posibilidad de promover el desarrollo agrícola sostenible, y por eso ha implementado varias actividades en los últimos cinco años para reforzarla. En 2021, por ejemplo, organizó talleres en Tungurahua.
También ha impulsado cultivos hidropónicos en El Oro. En general, la considera una opción “viable y moderna para mejorar la seguridad alimentaria y económica de las familias agrícolas” y que se puede practicar incluso en casa.
La última actividad fue el curso dirigido a los productores del cantón Mejía y del sur de Quito, en Cutuglagua. El 21 de marzo de 2025, el ministro Danilo Palacio expuso las ventajas del sistema a los asistentes.
Entre ellos, la eficiencia en el uso del agua y los recursos, la reducción de costos de producción al prescindir de grandes extensiones de tierra, la generación de cultivos más saludables y la diversificación de productos.
El Municipio de Quito, por su parte, empezó a impulsar la agricultura urbana, tanto a través de la hidroponía como de los cultivos orgánicos entre 2002 y 2004. En 2005, se decidió por la segunda opción, incluso en terrazas.
Alexandra Rodríguez, líder del proyecto durante 20 años hasta 2024 en Conquito, enfatiza que la agricultura orgánica aprovecha los desechos y los espacios disponibles en las ciudades, es sostenible y tiene amplio impacto social.
Una de las actividades más recientes de cultivos hidropónicos impulsados por el Cabildo es la que realizó en marzo de 2019 la Unidad Educativa Municipal Antonio José de Sucre, ubicada en el Centro Histórico.
Con el fin de que los estudiantes pudieran conectarse con la naturaleza, la institución transformó patios y pasillos que no eran usados, en espacios para producir lechugas, apios, frutillas, tomates, rábanos y cilantro.