Comunidad shuar monitorea sus peces para salvar el río
Por Isabel Alarcón de Youtopía Ecuador, en alianza con El Espectador de Colombia
Al regresar de sus jornadas de pesca, Germán Narankas cambia su atarraya por instrumentos para medir a los peces, frascos para sacar muestras y un celular para registrar datos. Aunque nunca estudió biología, ni tampoco ha tenido mucho contacto con la tecnología, todas las semanas se convierte en un científico para intentar salvar al río Santiago y a sus recursos.
En un laboratorio improvisado en la comunidad shuar Kaputna, en la selva Amazónica ecuatoriana, Narankas toma fotos de sus peces, los analiza, los pesa y saca tejidos de la piel. Después, los coloca en recipientes con alcohol, los etiqueta con un código especial y los guarda para enviarlos a que los examinen en Quito, a ocho horas de distancia. Una vez que completa este procedimiento, registra en su celular el número de peces capturados y las especies que encuentra en cada jornada.
Reconocer la diversidad de ictiofauna es fácil para Narankas. No necesita ser biólogo para identificar a las especies que ha pescado durante 24 de sus 33 años. En algunos casos admite que no sabía sus nombres oficiales, pero conoce todas sus características. Lo que sí ha corroborado con este registro, es lo que ya veía en los últimos años: cada vez hay menos peces y más amenazas en el río.
Más evidencias del problema
Germán Narankas y otros cinco habitantes de Kaputna, que se encuentra a orillas del río Santiago, empezaron a monitorear a sus peces desde 2021 como parte del proyecto Ictio de Ciencia Ciudadana para la Amazonía, la Universidad de Cornell y Wildlife Conservation Society (WCS). La idea de esta aplicación, entre otras, es analizar las migraciones de las especies de río en la cuenca del Amazonas y generar información en sitios donde no existen datos.
Hasta el momento, no hay una lista oficial de peces del Santiago, que se ubica en la provincia de Morona Santiago, en la frontera entre Ecuador y Perú. Fernando Anaguano, ictiólogo e investigador de WCS, cuenta que existen muy pocos estudios en esta cuenca. Incluso, es una de las menos estudiadas a escala nacional.
Anaguano capacitó a los pescadores de Kaputna para que midan a los peces y suban la información a la aplicación móvil Ictio. Gracias a las anotaciones de los shuar, se ha evidenciado que los animales del Santiago son cada vez más pequeños. Algunos, como el bocachico y los bagres, también son más escasos.
“Antes desayunábamos caldo de bagre y ahora comemos plátano con sal”, dice Liseth Chuim, mientras saca su atarraya del agua solo con un pequeño pescado. Chuim es de las personas que más conoce sobre la problemática, ya que es una de las pocas mujeres pescadoras de la comunidad y también es una de las encargadas de monitorear a las especies del Santiago.
Esta joven shuar se emociona al contar que hace unos 10 años el recurso era abundante, sobre todo de julio a diciembre, cuando llegaban las especies migratorias. En aquella época lograba llenar con su padre hasta dos carretillas en un día. El año pasado, no llenó ni media en una jornada.
“Tenemos que comer otra cosa o salir a comprar”, cuenta Chuim. La escasez de pescado ha modificado la dinámica de esta comunidad. Sus habitantes estaban acostumbrados a comerlo tres veces al día. Ahora, con suerte pueden consumirlo una vez a la semana.
Para Narankas y Chuim solo basta con mirar los alrededores del río para tener una idea de lo que puede estar afectando a los peces.
La minería se toma el Santiago
Mientras recorre el río Santiago en su canoa a motor, Germán Narankas no se cansa de señalar las huellas que ha dejado la minería ilegal. La tierra removida es perceptible en los bordes y en las pequeñas islas que están en la mitad del río. En otros tramos, el pescador apunta hacia la maquinaria que aún está trabajando o a las lanchas que están recolectando la madera balsa.
“Cuando iba a pescar había mucha bulla y mucha contaminación, y los pescados no estaban cómodos”, cuenta este shuar. Al parecer el boom minero en esta zona habría disminuido, aunque los impactos son notorios solo al ver la turbidez del agua.
El estado del Santiago es más evidente cuando, tras unos 30 minutos de navegación, se llega al río Yaupi. El color oscuro y grisáceo del Santiago de repente se convierte en un turquesa transparente. Este es el punto donde los pescadores como Narankas y Chuim ahora acuden en busca de bagres o incluso a bañarse. La zona todavía está libre de minería o deforestación, pero temen que estas actividades sigan avanzando.
Datos del Monitoring of the Andean Amazon Project (Proyecto MAAP), de Fundación Ecociencia y Amazon Conservation, revelan que más de la mitad del territorio del Pueblo Shuar Arutam, del que Kaputna es parte, está concesionado a la industria minera. Hasta el 2022, se evidenció 42 sitios con minería artesanal y 16 sitios con la actividad a gran escala. En total, el proyecto ha documentado la deforestación por minería de 257 hectáreas desde el 2021.
Anaguano explica que es preocupante el incremento de la minería legal e ilegal en la cuenca del río Santiago. Al remover las playas para sacar el oro, se produce más concentración de sólidos en suspensión, se puede modificar el cauce del río y, al igual que en otras zonas, se libera mercurio al agua.
Este metal se bioacumula en los peces como el bagre, que también solía llegar a estas cuencas amazónicas para reproducirse. Los pescadores de Kaputna, por ejemplo, no registraron ninguna especie de bagre en la aplicación móvil entre 2021 y 2022. En el monitoreo que arrancaron en mayo de 2023 capturaron varios individuos en el río Yaupi.
La contaminación se empieza a sentir
El problema no solo se relaciona con las actividades en la cuenca. El Santiago es un río donde confluyen varios cuerpos de agua de la Amazonía. Las actividades de minería a gran escala, que se desarrollan en la Cordillera del Cóndor, en la provincia vecina de Zamora Chinchipe, también repercuten. Allí existen seis concesiones mineras. La mitad son de gran minería, como el proyecto La Zarza, que ya está operando. A esto se suman las extracciones ilegales de oro.
La tierra que se remueve para estas actividades mineras en la Cordillera del Cóndor se dirige al río Quimi, que es afluente del Zamora, que a su vez lleva todo al Santiago.
“No somos conscientes de lo que pasa. El Eje Minero del Sur va a mandar contaminantes al Santiago y dejar un río inhabilitado”, dice Ricardo Burgos, investigador de la Universidad Estatal Amazónica. El problema de que no hayan estudios previos o de que los planes ambientales de estas industrias no analicen a profundidad los impactos, es que no se sabe el nivel de afectación de los ríos, defiende.
Según el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (MAATE), no hay estudios sobre la presencia de mercurio en el río Santiago o en sus peces. Sin embargo, los habitantes de Kaputna ya sienten que algo ocurre con el agua.
“El río era divertido, pero ahora la gente ya no pesca, ya no camina, ya no baña”, dice Edison Yanpik. Este habitante de Kaputna recuerda que, cuando llegó a la comunidad, hace 25 años, las personas se botaban con sus redes al agua, se emocionaban y era una gran fiesta.
Yanpik no se mete al río ni permite que sus hijos lo hagan. Esto se remonta al último episodio que ocurrió hace ocho meses, cuando los niños de la comunidad se bañaron en el Santiago y, al salir, les brotaron granos en la piel. Liseth Chuim cuenta que su hijo llegó con ronchas y unas manchas como quemaduras. Cuando bebían esta agua, también les daba problemas estomacales.
“Una vez me metí a pescar y cogí 10 libras de pescado. Después de 10 minutos me dio una comezón que me picaba todo. Con el jabón se me pasó”, dice Germán Narankas. Aún no se conoce qué puede estar causando estos síntomas.
Blanca Ríos, investigadora de la Universidad de las Américas, explica que el mercurio no es el único problema en los ríos. Los ecosistemas amazónicos se conectan a través del agua todo el tiempo y eso transporta tanto nutrientes como contaminantes y metales. Esto hace que la biodiversidad y las personas sean altamente vulnerables.
Aunque en el Santiago no existen estudios sobre el nivel de contaminación, en otros ríos de la Amazonía se han encontrado metales pesados. En un análisis liderado por Mariana Vellosa Capparelli, realizado en 14 estaciones ubicadas en el alto Napo, se encontró concentraciones altas de plomo (Pb), cobre (Cu), cadmio (Cd), cinc (Zn) y mercurio (Hg). Los últimos cuatro están relacionados principalmente con la extracción minera y petrolera. En algunos casos, las concentraciones superan hasta 500 veces los límites permisibles para la preservación de la vida acuática.
Otro estudio, publicado en el 2021 en la revista Nature, demuestra que el río Zamora, que desemboca en el Santiago, es uno de los que registra niveles más altos de E. coli y coliformes totales. Incluso, supera los límites internacionales y de la legislación ecuatoriana.
Los peces que circulan por la cuenca amazónica están expuestos y pueden transportar estos metales y contaminantes.
La comunidad dejó de beber esta agua y de bañarse en el río, pero necesitan consumir estos pescados. “No sabemos si están contaminados o no. Igual vamos a seguir comiendo. Qué podemos hacer”, comenta Chuim.
Nuevas fuentes de alimento e información
Mientras esperan respuestas ante la contaminación de su río, los habitantes de Kaputna siguen buscando alternativas. Para disminuir la dependencia en los pescados del Santiago, 19 de las 35 familias de la comunidad han emprendido otro proyecto de piscicultura. Gabriel Rubio, técnico especialista en Conservación Comunitaria de WCS, fue quien les asesoró en los dos ciclos productivos y les entregó los alevines.
En el primero, se construyeron 12 estanques en los que se sembraron 6 700 cachamas y 200 bocachicos. En el segundo ciclo incorporaron ocho estanques más para sembrar 7 300 cachamas y 1 500 bocachicos. Para el tercer ciclo se planea incorporar sábalo.
Edison Yanpik muestra orgulloso su piscina mientras cuenta que las ventas de sus pescados le ayudaron a pagar la educación de sus tres hijos. Estos peces se utilizaron tanto para el consumo interno en la comunidad, como para la comercialización en las ciudades amazónicas cercanas. Entre los retos pendientes está rebajar los costos de producción para ser más competitivos en el mercado.
Una de las piscinas también se encuentra en la escuela para que los niños aprendan sobre su manejo y participen en el proceso, desde el inicio hasta la cosecha.
Mientras unos se preparan para la siguiente siembra de peces, Germán Narankas se alista para seguir registrando especies en la aplicación móvil. Hasta el momento ya ha anotado más de 100 variedades que han encontrado en las aguas del Santiago y no es modesto al decir que es el que más ha registrado especies en la aplicación.
De las más de 150 especies que se han anotado en Ictio, 60% son nuevos registros para la cuenca del río Santiago, 10% para Ecuador y hay una especie nueva para la ciencia que está en proceso de descripción.
Este río se puede recuperar de la contaminación, pero se enfrenta a una nueva amenaza: la construcción de la hidroeléctrica más grande de Ecuador. Este proyecto estará listo en 2031, aunque las comunidades, como Kaputna, no han dado su consentimiento para la construcción.
Narankas ahora sigue recolectando datos que permitirán comprender la importancia de conservar estas aguas libres de minería, contaminación e hidroeléctricas. La información recopilada también estará en una publicación científica sobre la biodiversidad de este río. Generar más conocimiento sobre el Santiago, espera que sea una forma de motivar a protegerlo y de luchar contra el abandono de los peces de agua dulce que existe en Ecuador.
Esta historia es parte del especial “Bagres Amazónicos”, de El Espectador de Colombia y Youtopia Ecuador, y fue producida con el apoyo del Earth Journalism Network (EJN).