Salinas de Guaranda superó la pobreza con la asociatividad
Por Cristina Márquez
Salinas es una parroquia de Guaranda reconocida por sus quesos y chocolates. Tiene calles empedradas, casas con fachadas coloridas y pese a ser uno de los poblados más pequeños de la provincia de Bolívar. Es la parroquia más próspera.
Allí funcionan ocho empresas asociativas que generan alrededor 160 empleos directos. Además, benefician indirectamente a unas 3 200 personas, quienes proveen de insumos y materias primas a las fábricas.
En la parroquia de casi 7 000 habitantes prácticamente no hay desempleo. La principal actividad es la ganadería, la fabricación de lácteos y otros comestibles, la hilandería y el turismo.
Cada año, unos 100 000 turistas llegan de diversas provincias del país para conocer las fábricas y la historia de la parroquia que superó la extrema pobreza.
“Aquí quienes no trabajan en las fábricas o con sus animales en sus tierras, tienen restaurantes, hospedajes y tiendas que comercializan los mismos productos que fabricamos aquí”, cuenta Víctor Yanchaliquín. Él es un guía turístico de 75 años, quien ha sido testigo del progreso de su parroquia natal.
El sacerdote que cambió la historia
Antonio Polo, un párroco italiano que llegó al Ecuador como voluntario de la Operación Mato Grosso en 1970, es el principal artífice del progreso que ha tenido Salinas de Guaranda en los últimos cincuenta años.
Cuando él llegó la parroquia era parte de la Hacienda Cordobés y los habitantes trabajaban sin retribución económica. Lo hacían a cambio de tierras para obtener sus alimentos.
“No había agua, no había luz, no había caminos de acceso. Yo llegué a construir una casa comunal y a cumplir mi voluntariado de cuatro meses, pero cuando terminé ya no pude irme. Sentí que hubiera sido una traición a la gente irme y dejarlos así”, cuenta.
El sacerdote organizó a la gente para formar una cooperativa de ahorro y crédito, les enseñó a ahorrar y los ayudó a obtener un préstamo. Así adquirieron formalmente las tierras de la hacienda en la época de la reforma agraria.
Los emprendimientos que unieron a jóvenes y adultos
Polo dice que el éxito que lograron con los emprendimientos es el resultado de un proceso arduo de prueba y error.
En la parroquia hay una fábrica de quesos gourmet, una fábrica de chocolates, una comercializadora de productos, una hilandería que manufactura una variedad de lanas para tejidos, una deshidratadora de hongos de pino y frutas, una procesadora de plantas medicinales y un hotel comunitario.
Todos esos negocios son asociativos, están administrados por asociaciones y fundaciones que a su vez forman parte de la Corporación Grupo Salinas, que maneja la marca El Salinerito.
“Hemos escuchado las sugerencias de todos los que nos han visitado y han visto las necesidades de la gente. Lo de los chocolates, por ejemplo, parecía descabellado porque nunca habíamos visto ni como era una mata de cacao, pero probamos, nos capacitamos y mejoramos cada vez más hasta que logramos un producto de altísima calidad”, cuenta Polo.
La fábrica de quesos, la industria que impulsó la productividad en Salinas
El Salinerito fabrica 22 variedades de quesos madurados y frescos. Su producto estrella es el queso andino, una variedad que se distribuye a todas las provincias del país y que se ha posicionado como una de las favoritas en las perchas de los supermercados.
Los quesos empezaron a fabricarse en 1972. Antonio Polo cuenta que el oficio se heredó de la Hacienda Cordobés.
“Los primeros intentos con los quesos fallaron porque no teníamos dónde venderlos y no tenían un valor agregado que los diferenciara de los demás”, dice Polo.
En 1978 el quesero suizo José Dubach llegó a la parroquia para capacitar a la gente sobre la fabricación de quesos de alta calidad. Él permaneció durante 12 años en la parroquia y formó a los maestros del oficio que aprendieron recetas europeas y las adaptaron a las condiciones y tecnología local.
El menú incluye quesos tilsit, dambo, gruyere, camembert, gouda, entre otros. En la fábrica central ubicada en el sur de la parroquia se procesan cada día 3000 litros de leche. Allí hay cuartos de maduración que fueron especialmente adaptados para las diferentes variedades de queso.
Fernanda Toalombo, jefa de producción, cuenta que todos los procesos se hacen artesanalmente y que fueron modificados ser más eficientes y ahorrar energía.
La educación es el mayor logro del cambio en Salinas
Antonio Polo cuenta que la mayor dificultad para organizar a la gente fue el analfabetismo. “Casi nadie sabía leer y escribir. No podían hacer las cuentas de la cooperativa”.
En 1970 había una escuela unidocente, el profesor llegaba cada 15 días y los niños y jóvenes preferían dedicarse a trabajar para apoyar a sus familias. Cuando se inició la organización de los pobladores de Salinas empezó también una lucha por tener una escuela y un colegio.
“Ahora casi todos son profesionales, con títulos universitarios y maestrías. Sus padres pudieron financiar su educación cuando los emprendimientos empezaron a surgir. El progreso trajo de la mano la educación”, dice Polo.
Iván Chamorro es el presidente de la Cooperativa de Producción Agropecuaria El Salinerito, que agrupa a unos 420 socios de las 24 comunidades de Salinas. Sus padres, Edgar y Gladys, siempre fueron dirigentes comunitarios y líderes de las asociaciones.
“Ellos y otros papás lucharon por conseguir una escuela y un colegio, y ahora sus hijos son profesionales”, dice. Los jóvenes retornaron a la parroquia tras profesionalizarse en universidades de Ambato, Guaranda y Riobamba, y hoy están al frente de las industrias.