Quito ha perdido el equivalente a 35 mil estadios de cobertura vegetal
Por Isabel Alarcón
El paisaje de Quito se está transformando: la vegetación pierde espacio, mientras la ganadería, la agricultura y la mancha urbana se expanden. Bosques secos, que antes eran comunes en la vía a Cumbayá; los páramos y los bosques montanos son parte de las 26 000 hectáreas de cobertura vegetal que se perdieron en la última década en el Distrito Metropolitano (DMQ).
Esta cifra, que equivale a más de 35 000 estadios como el Olímpico Atahualpa, demuestra que la deforestación se ha acelerado en los últimos 10 años. Si no se actúa, el número de hectáreas perdidas se duplicará al 2030 y se triplicará para mediados de siglo.
Estos datos son parte de los mapas que elaboraron la Secretaría de Ambiente de Quito y el Fondo para la Protección del Agua (FONAG), para identificar los ecosistemas del DMQ, el cambio de uso de suelo y las transformaciones que han sufrido las áreas urbanas y rurales desde 2013 hasta 2022.
¿Por qué debería importarnos?
Las áreas verdes del Distrito Metropolitano de Quito no solo son el hogar de miles de especies de plantas y animales, sino que son indispensables para la supervivencia de los humanos. Los páramos, por ejemplo, son la fuente de agua para la ciudad, y los bosques se encargan de producir el oxígeno que respiramos.
Durante estos 10 años, se ha perdido el mayor número de hectáreas de cobertura vegetal, tomando en cuenta los datos de los últimos 30 años. De 1990 al 2000 desaparecieron 11 000 hectáreas, mientras que la siguiente década fueron 16 000.
Sebastián Pillajo, técnico de la Secretaría de Ambiente del DMQ, explica que entre los servicios que ofrecen estos ecosistemas está la captura de carbono y la provisión de un aire limpio. Por eso, la salud de las personas está estrechamente vinculada a la conservación de esta cobertura vegetal.
ONU Hábitat determina que, para asegurar una buena salud, cada ciudadano debe tener 9 m2 de áreas verdes. “Tenemos el concepto erróneo de que un parque o una cancha ya cumple con estas condiciones, pero las áreas verdes son las zonas que concentran vegetación”, dice el técnico.
Actualmente, cada habitante de Quito tiene 13 m2. Es decir, solo 4 m2 por sobre la recomendación. Si se continúa perdiendo cobertura vegetal, y sigue aumentando la población como hasta ahora, en los próximos años se dejaría de cumplir con este parámetro.
¿Qué está causando la pérdida de vegetación?
La expansión de la frontera agrícola y ganadera es la principal responsable de la pérdida de la cobertura vegetal en el DMQ. El 80% de las 26 000 hectáreas desaparecidas se atribuye a esta causa.
Los bosques se desbrozan para convertirlos en cultivos y la ganadería gana espacio en zonas que antes tenían vegetación nativa. Pillajo señala que “la colonización del sector rural es un gran factor”. Esto significa que los propietarios de estas tierras rurales no son de la zona.
Las parroquias más afectadas por la pérdida de bosques y áreas de vegetación son Pintag, Pacto, San José de Minas, Lloa y Calacalí. Entre las cinco suman 13 271 ha, que equivale a más de la mitad de todas las hectáreas que se han perdido en el DMQ en esta década.
Raúl Galeas, técnico del Fonag, dice que en estas parroquias se concentran principalmente los bosques de montaña o montanos. Estas son áreas con alta biodiversidad y, al mismo tiempo, con abundantes presiones. Por eso, es necesario pensar en estrategias para la conservación, restauración y manejo sostenible de las zonas boscosas.
¿Cómo impacta el crecimiento urbano?
De los 18 ecosistemas que Galeas identifica en el DMQ, los bosques secos son los más afectados. Estos ecosistemas, conocidos como semideciduos, son lo que generalmente se pueden ver cerca al río San Pedro, en el Chaquiñán o en la vía desde el norte de Quito al aeropuerto Mariscal Sucre.
Para el ojo común, pueden parecer ramas y palos que forman parte de un paisaje seco y espinoso. En realidad, este es un ecosistema frágil que provee una variedad de servicios ambientales y que cuenta con una biodiversidad inmensa.
En esta última década se ha pérdido el 20% de estos bosques. Los que aún se pueden ver, son los pocos remanentes. Su desaparición está ligada con el crecimiento urbano.
“Justo se ubica en las zonas de mayor expansión y, por los procesos de urbanización, están desbrozando el bosque seco”, dice Pillajo. Estos ecosistemas se encuentran en Cumbayá, Tumbaco, Pomasqui, Guayllabamba y Calderón.
Según el técnico, el Municipio propuso la creación de un área de santuario de vida silvestre, que va de Calderón a Tumbaco, para proteger a estos bosques. La propuesta está en la Comisión de Ambiente del Concejo Metropolitano.
También se propuso un candado normativo en el Plan de Uso y Gestión del Suelo, para que todos los proyectos urbanísticos que se encuentren en estos ecosistemas necesiten un informe de aprobación o de análisis técnico de factibilidad de la Secretaría de Ambiente, para emitir las licencias metropolitanas urbanísticas.
Más medidas para proteger la vegetación
A pesar de que en el mapa se muestra la pérdida de bosque, también se rescata la oportunidad de conservar los ecosistemas saludables. Los datos muestran que casi el 50% de la superficie del DMQ tiene cobertura vegetal.
Solo en Lloa, que es una de las parroquias con mayor pérdida vegetal, hay alrededor de 50 000 ha (el doble de lo que se ha perdido en todo el DMQ), que se pueden conservar.
Cecilia Pacheco, secretaria de Ambiente del DMQ, explica que estos mapas son insumos para actuar y generar política pública. Estos datos permiten desarrollar más estudios sobre las transformaciones del uso de suelo en tiempos determinados e identificar áreas prioritarias de intervención.
Entre las acciones que se proponen está la creación de nuevas áreas de conservación y se está trabajando en un sistema de alerta temprana enfocado en cambio de cobertura y deforestación.
Esta será una red interconectada para procesar imágenes satelitales en línea con operarios especializados. Amenazas como la minería, persistente sobre todo en el noroccidente, podrán identificarse de mejor forma con esta herramienta.
Para Pillajo, estos proyectos resaltan que los esfuerzos no deben concentrarse solo en reducir la tasa de deforestación, sino en conservar lo que queda para evitar que estas también sufran los efectos de la extracción de recursos, la producción desordenada y la expansión urbana sin control.
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