Cuatro de cada 10 niños en Santa Elena tienen desnutrición crónica (Parte 1)
Por Manuel Novik – Plan V
La provincia de Santa Elena ha tenido la fortuna de contar con recursos naturales. Allí funcionó el primer pozo petrolero de Ecuador y en sus playas abundan los productos pesqueros. Sin embargo, un 39% de los niños menores a 2 años sufren de desnutrición crónica. Viajamos a la Península para conocer de cerca uno de los principales problemas de salud pública nacional.
Desde 1993 el país ha implementado 12 programas para combatir la Desnutrición Crónica Infantil (DCI), pero la curva de este fenómeno no desciende. En el país los costos de la desnutrición representan un 2.6% del PIB, según reporta la CEPAL y el Programa Mundial de Alimentos. La meta del Gobierno es disminuir en 6 puntos la DCI en menores de 2 años hasta 2025. Actualmente la cifra nacional está en 27%.
El plan del Gobierno consiste en garantizar que toda madre gestante e infante de 0 a 2 años reciba el paquete básico y priorizado. Actualmente, la prevalencia de la DCI en menores de 2 años en Ecuador es la segunda en Latinoamérica, solo por detrás de Guatemala. Este es el caso de Santa Elena.
La pandemia invisible de la desnutrición infantil
La tierra árida de Santa Elena prevalece en toda la provincia. El sol hace que la sequedad de la superficie se sienta aún más. Desde sus carreteras se ven bombas que extraen petróleo. Pero la maldición de los recursos naturales hace que, luego de Esmeraldas, la provincia peninsular sea la más pobre por ingresos en la Costa ecuatoriana.
En Ecuador la Desnutrición Crónica Infantil (DCI) predomina en lo rural y en la niñez. Según el Instituto Nacional de Estadística (INEC), las tres provincias con mayor índice de DCI en niños entre 0 y 2 años son Tungurahua (41%), Chimborazo (39%) y Santa Elena (39%).
La Desnutrición Crónica Infantil (DCI) es una problemática multicausal resultado de dietas alimenticias inadecuadas, del pobre acceso a servicios de salud, de prácticas de cuidado inapropiadas y de entornos insalubres. Se refleja en una deficiencia de la talla del niño con relación a su edad.
Si la desnutrición no se atiende desde la gestación hasta los dos años de edad, que es cuando el cerebro se desarrolla a mayor velocidad, el impacto es para toda la vida. Un estudio publicado por El Tiempo, de Bogotá, sobre la DCI en la capital colombiana mostró que el efecto más grave es la disminución del 15% en la capacidad intelectual.
Anconcito, un caso ilustrativo
Llegamos a Anconcito, parroquia rural de Santa Elena. En 1911 se descubrió el primer bloque petrolero del Ecuador en Ancón, a pocos minutos de la localidad. De ahí que los pobladores que no alcanzaron o desistieron de trabajar en la extracción de petróleo se asentaron en un caserío cercano al que denominaron “Ancón chico” o “Ancón chiquito”.
Desde 1921 la empresa inglesa Anglo Ecuadorian Fields explotó petróleo en la zona. Actualmente la empresa Pacifpetrol opera en Ancón, aunque los días de bonanza pasaron. El barrio inglés, donde vivían los extranjeros que llegaron al país, hoy tiene casas antiguas de madera, en mal estado. En la provincia también está la Refinería La Libertad, operada por Petroecuador. Sin embargo, pocos de esos recursos se quedan en Santa Elena, la segunda provincia con mayor índice de pobreza por ingresos en la Costa.
La actividad pesquera en Anconcito representa un 70% de la actividad económica, según el presidente del GAD parroquial, Alex Cevallos. El dirigente nos recibe en su despacho y declara que en 2020 el Ministerio de Salud les informó que su parroquia tenía las cifras de DCI más altas de la provincia para niños de 0 a 5 años.
Desnutrición en Anconcito
“El caso (la desnutrición en Anconcito) responde entre otras cosas a actividades ilegales y delincuenciales, la oleada de la piratería ha mermado el comercio, Anconcito fue un punto hegemónico para la distribución del tráfico de droga a otros países”, dice Cevallos.
El directivo cuenta que en esos viajes varios hombres quedaron detenidos en EEUU, El Salvador o Guatemala al ser detectados con sustancias ilegales. “La ausencia de los jefes de hogar en las casas ha dejado madres abandonadas”, dice. Según su relato, en el puerto ha existido presencia de grupos ilegales que han captado hombres de Anconcito para el transporte de droga.
En el puerto pesquero predomina la presencia masculina. Los pescadores cuentan que ven “la oscura” para salir a pescar. Ya saben que si hay luna llena no habrá pesca. Se ven pocas mujeres y niños en el desembarque de pescado en el muelle. Varios llevan bandejas llenas hacia los camiones. Las gaviotas y los pelícanos están a la espera de algún descuido para llevarse una presa. En el muelle hay tiendas donde se sirve comida. Otros juegan cartas o apuestan con monedas.
El presidente del GAD afirma que su parroquia no tiene cultura de ahorro e inversión. “El pescador coge enormes cantidades económicas y lo primero que piensa es ir a bares o prostíbulos. Hay varias entidades financieras en Anconcito, pero siempre la gente termina endeudada con los préstamos. A la gente no le gusta informarse”, dice Cevallos.
Ángeles somos, del cielo venimos, pan pedimos
Para estimar el impacto de la desnutrición acudimos a los Centros de Desarrollo Infantil (CDI) en Anconcito que son ejecutados por los gobiernos locales y organizaciones y el Ministerio de Inclusión Económica (MIES). Estos centros atienden a familias de pocos recursos.
En Anconcito hay cinco de estos centros, entre todos ellos atienden a 198 niños. Cevallos confirma que han tenido que dejar de invertir en juegos para priorizar los alimentos. Hoy por hoy pueden ofrecer una dieta adecuada, pero deben luchar con la poca cultura alimenticia en los hogares del sector.
Para preservar la seguridad de las funcionarias y los niños de los centros se mantendrá en anonimato la identidad tanto de los centros como de las personas. Desde el MIES se nos advirtió que la inseguridad en Anconcito y la vinculación de los padres de familia a actividades ilegales podría ocasionar un rechazo a la prensa.
En un primer centro observamos la tabla en la que llevan el peso y medición mensual de los 45 niños. Las celdas remarcadas en rojo por desnutrición crónica ascienden al 22% de los niños del centro. Según una funcionaria, tienen brotes virales que complican la asistencia de los niños. Las enfermedades son múltiples, tiene dos niños con principios de bronconeumonía. La inseguridad también desalienta la asistencia.
Los Centros de Desarrollo Infantil
Nuestra presencia sorprende a los niños. Nos ven con los ojos muy abiertos. Las paredes, las pequeñas mesas y sillas son de múltiples colores. En el comedor se sientan en grupos de seis. Algunos saludan. Mientras tanto, las educadoras organizan cantos y los preparan para una de las cuatro comidas al día que reciben ahí.
Entre el total de niños con desnutrición crónica, dos tienen baja talla y un bajo peso “severo”. La funcionaria asegura que “siempre” tienen cifras alarmantes en el centro. La educadora indica que entre el primer y segundo año de vida es cuando más se refleja la desnutrición infantil.
En un segundo CDI, en Anconcito, que atiende a aproximadamente a 45 niños, la cifra de desnutrición crónica asciende a 35%. El siguiente control de los niños será en abril, seis meses después. Mientras tanto, los niños con desnutrición deberán acudir a los centros de salud para evaluar su condición.
El tiempo es fundamental
El tiempo tiene especial importancia para los infantes de entre 0 y 2 años. Según la Fundación por la Nutrición Infantil, los estímulos cognitivos, auditivos, lingüísticos y de motricidad se desarrollan significativamente en los primeros 1000 días de vida de la persona, que abarcan los 270 días del embarazo, los 365 días del primer año y los 365 del segundo.
Este segundo centro es más amplio, aunque está ubicado en un sector más “peligroso” en Anconcito, según confirmó la coordinadora. Los niños están en su hora de almuerzo. Hay sopa, arroz, pollo, todo servido en platos metálicos. Acá también se pintó de colores las paredes y los elementos del local.
En el centro de Anconcito varios locales tienen las puertas cerradas. En una esquina, el mercado tiene una docena de puestos por donde pasan algunos comensales.
Según “don Marcelo”, un taxista local, se han perdido las tradiciones. En su infancia se paseaba con sus amigos en época de difuntos con tranquilidad. “Ángeles somos, del cielo venimos, pan pedimos”, era la frase que Marcelo y sus amigos repetían para pedir el “pan de muerto”. Hoy la situación en Anconcito no es la misma. Los CDI ahora permanecen con candado por seguridad de los pequeños.
Más allá de la alimentación
Seguimos nuestro recorrido hacia Chanduy, otra parroquia rural de Santa Elena. Acá visitamos un nuevo Centro de Desarrollo Infantil y el hogar de una madre de un hijo con desnutrición. En este centro se atiende a casi 30 niños, de los cuales cerca del 13% tienen desnutrición crónica. La coordinadora del centro asegura que disponen de los recursos para alimentar a los niños, el problema está en la alimentación en casa.
La educadora asegura que acudir a los CDI es una gran ventaja para los niños, que siguen su paso por la escuela con una estimulación previa en todos los frentes. A pesar de todo, la funcionaria asegura que los bajos recursos y los problemas familiares influyen en la inasistencia de sus niños y el poco compromiso con la alimentación en casa.
Hábitos alimenticios
En el centro, se escuchan constantemente los llantos de los bebés. Los niños no quieren comer. Otros no vienen. Hay brotes virales que les provocan tos, vómito y diarrea. Casa adentro, las costumbres de cada hogar influyen en la alimentación del niño. La funcionaria dice que en las casas se cocina una olla para todos, cuando los bebés necesitan otro menú. Asegura que las familias solo buscan “ver gorditos” a sus hijos.
Las familias consultadas dijeron comer verde majado, tortillas de verde o coladas. Las educadoras por su parte indican que en edades tempranas se debe combinar un menú de papillas, frutas, proteína, sopa, lácteos y carbohidratos, además de una correcta suplementación de vacunas y vitaminas.
Chanduy
Acudimos al hogar de una de las madres de este centro en Chanduy. La madre tiene 26 años. Para llegar a su casa de bloques y techos de lámina se debe recorrer varias calles de tierra alejadas del centro de la parroquia. Nuestro testimonio nos recibe en el patio de su casa, donde sus padres, hermanos y sobrinos ya estaban sentados, al parecer conversando y pasando el día. Un vallado de maderas separa el patio frontal de la calle. Si bien tienen agua potable, no hay cobertura de alcantarillado.
Al consultarle sobre los hábitos alimenticios de su hija de seis meses responde que “come cualquier cosita que le doy”. Esta madre tiene que alimentar a tres hijos, de momento no tiene trabajo. Su pareja consiguió trabajo hace tres días en un barco. El trabajo en la pesca suele ser inestable, dice la madre, si no hay pesca suelen despedir mano de obra.
Su hija tiene un control mensual en un subcentro de salud debido a que le encontraron baja talla y peso para su edad, signos de desnutrición crónica. “No le dicen nada. Solo me dicen que debe mejorar por lo que está chiquita y le dan su chispa”. La “chispa” es una fórmula de vitaminas en polvo que entrega el Ministerio de Salud para la atención en casa.
Esta es la primera entrega de una investigación sobre desnutrición en Santa Elena. En la segunda entrega exploramos el acceso a agua potable, la gestión de las máximas autoridades locales y gubernamentales, y más testimonios de madres.
Ficha técnica
El autor de este reportaje es Manuel Norberto Novik Duque (7 de septiembre de 1995).
Es Licenciado en Comunicación con un Minor en Periodismo en la USFQ.
Colabora con la Revista PlanV. La realización del reportaje fue posible gracias a una beca de investigación periodística entregada por Fundación REDNI, en convenio con el Consorcio de Comunicación por la Sostenibilidad.
Para este reportaje se abordó el caso de barrios y parroquias puntuales para acercarse a la situación de una provincia, Santa Elena. A través de recorrido in situ y testimonios de primera mano se investigó sobre la desnutrición en una de las provincias de mayor pobreza por ingresos de la Costa. La hipótesis del trabajo argumenta que la falta de acceso a agua potable influye en la nutrición. Se encontró que hay falta de acceso en las zonas rurales.
En esta investigación se entrevistó a las máximas autoridades de dos de los tres cantones de la provincia, donde se enfocó la investigación. Además, se recopiló testimonios de madres en riesgo de DCI y educadoras de Centros de Desarrollo Infantil. El reportaje obtuvo estadísticas actualizadas de diversas instituciones Estatales y locales.
El trabajo tomó 3 días para la planificación, 4 de investigación en el lugar, y 2 de redacción y edición.
Se requería una investigación periodística sobre el tema porque las parroquias y los barrios periféricos de Santa Elena son lugares de difícil acceso. El material que esta investigación entrega es inédito. A partir de este reportaje se busca conocer de primera mano la situación de la tercera provincia con mayor índice de DCI en niños de hasta 2 años.