Expansión agrícola amenaza el hábitat de las vicuñas en la Reserva Chimborazo
Por Cristina Márquez
La gente que vive en el interior de la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo dice que está cansada de las vicuñas, una especie de camélidos reintroducida a esa zona en 1988.
“Se reproducen sin control y dañan nuestros cultivos“, reclama molesto Polibio Punina, habitante de Tamboloma, una de las 16 comunidades de la Reserva.
Él dice que hay una sobrepoblación de vicuñas y que los dirigentes de las comunidades se están organizando para “tomar acciones al respecto y exigirle al Ministerio del Ambiente, que los animales sean trasladados”.
Los comuneros incluso acusan a las vicuñas por la reducción en un 50% del caudal del agua que captan para riego y consumo. Ellos dicen que las vicuñas viven cerca de las almohadillas de páramo, conocidas por almacenar la humedad que luego se libera lentamente y abastece las vertientes.
Los ambientalistas y expertos están preocupados por el conflicto humano–fauna en el interior de la Reserva, pues creen que el enojo de los comuneros puede llevarlos a sacrificar a los camélidos ilegalmente.
“Hemos recibido reportes de vicuñas ingresando a terrenos cultivados, pero eso no se debe a una sobrepoblación, sino al avance de la frontera agrícola que deja cada vez menos espacio para el hábitat de la fauna silvestre”, dice Marcelo Pino, funcionario del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate).
7.000 vicuñas habitan en la Reserva de Producción de Fauna
Las vicuñas viven libres en las 52.000 hectáreas de la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo, situada en los límites entre las provincias de Chimborazo, Tungurahua y Bolívar.
En el último censo que efectuó el Maate, en el 2018, se identificó a 6.743 ejemplares, pero se calcula que para el 2023 ya hay alrededor de 7.000 vicuñas.
Carlos Bonilla, un ingeniero ambiental que investiga el ecosistema de páramo desde hace más de 30 años, dice que es imposible hablar de una sobrepoblación de vicuñas y que usar ese término pone en riesgo la supervivencia de esa especie amenazada.
“Se calcula que hay una vicuña por cada 10 hectáreas en el área protegida. Es totalmente falso que exista una sobrecarga animal. De hecho, hace poco apenas se logró el número suficiente de animales para autorizar la explotación de la fibra“, dice Bonilla.
Desde que fueron reintroducidos en 1988, los animales se adaptaron bien al ecosistema árido del Chimborazo, que es ideal para la subsistencia de esa especie. El Gobierno de Perú entregó al Ecuador 200 ejemplares, que lograron reproducirse con éxito.
En el país no hay otro sitio con características semejantes a la Reserva Chimborazo, por lo que los intentos por replicar el éxito reproductivo de las vicuñas en otros sitios no han funcionado.
Las vicuñas ayudaron a restaurar el ecosistema degradado
Marcelo Pino, técnico del Maate, dice que los beneficios ambientales de las vicuñas en el ecosistema son indispensables para la conservación del área protegida.
Antes de su reintroducción, el Chimborazo tenía una sobrecarga de ovinos y bovinos que estaban destruyendo las zonas de recarga hídrica. Con sus pezuñas aplastaban las almohadillas de páramo y arrancaban de raíz la vegetación nativa para alimentarse, dejando expuesto y erosionado el suelo.
Los camélidos andinos, en cambio, soy muy selectivos en su alimentación. Ellos tienen un tipo de mordida que les permite tomar únicamente las hojas y frutos de las plantas, sin afectar las raíces. Además, requieren de muy poca cantidad de alimento para subsistir.
Otro rasgo importante es la forma de sus pezuñas. Tienen dos dedos con una especie de almohadillas acolchadas en la parte inferior, para caminar por suelos rocosos y accidentados.
“Son animales livianos y por la forma especial de sus patas, incluso si caminan sobre las almohadillas de páramo, no las aplastan, no compactan el suelo”, dice Pino.
Las faldas del volcán Chimborazo fueron declaradas como área protegida a la par de la llegada de los camélidos nativos de los Andes. Cuando esos animales fueron reintroducidos empezaron a ganarle espacio a la ganadería y lentamente restauraron el ecosistema.
“Las vicuñas ahora tienen un rol ecológico muy importante. Actúan como una especie de jardineros, distribuyendo por toda la Reserva las semillas de las plantas de las que se alimentan”, afirma el experto.
La agricultura ya invadió 9.800 hectáreas de la Reserva
El paisaje en las faldas del Chimborazo cambió. Mientras en algunas zonas se pueden observar grandes manchas negras por los incendios forestales, en otros sectores se ven cultivos.
“Hace cinco años, cuando se hizo el último censo de vicuñas, la frontera agrícola estaba mucho más abajo. Pero la necesidad de la gente, la pobreza, les ha hecho avanzar”, relata Olmedo Cayambe, dirigente de Pulinguí, otra comunidad de la Reserva.
En su punto más alto los cultivos ya están sobre los 4.200 metros sobre el nivel del mar. Esto ocurre pese a la prohibición indicada en el artículo 50 de la Ley Orgánica de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales.
“No se permitirá el avance de la frontera agrícola en los páramos no intervenidos que se encuentren sobre los 3.300 metros de altitud sobre el nivel del mar”, se indica en la norma.
Las actividades agrícolas y ganaderas se expandieron principalmente en la provincia de Tungurahua. Allí hay 4 559,4 hectáreas del área protegida utilizadas para sembríos de papa y pastizales.
Es en esa misma zona donde hay una mayor enemistad con los camélidos.
Manuel Caiza, morador de la comunidad Llangahua, en Tungurahua, dice que las vicuñas se están quedando sin alimento en la Reserva y que por eso llegan a su comunidad, para alimentarse de los pastizales que siembran para sus animales de engorde.
“El daño que nos hacen las vicuñas es grande. Primero llegan a los reservorios de agua, estropean las almohadillas de páramo y luego bajan a los cultivos. Además, están sueltas, corren libres y como son una especie protegida no podemos hacer nada”, dice Caiza.
Carla Arregui, activista ambiental e investigadora académica, está estudiando el conflicto en el interior de la Reserva. “Las vicuñas no están invadiendo las comunidades. Es al revés; los cultivos están invadiendo su hábitat“.
La pobreza es otro factor en el conflicto de las comunidades con las vicuñas
Los niveles de pobreza y pobreza extrema en las 16 comunidades de la Reserva son altos. Las familias que viven allí dependen de la agricultura, la ganadería y el turismo comunitario para subsistir.
“Hemos intentado dedicarnos al turismo, pero desde la pandemia no hemos logrado recuperarnos. Pocos visitantes se animan por el turismo comunitario, quienes se llevan todas las ganancias de la gente que viene a la Reserva son las operadoras turísticas“, asegura Caiza.
Los comuneros dicen que esperaban con ansias el día que las vicuñas les dejen una rentabilidad.
Es que sus fibras son altamente cotizadas en el extranjero, especialmente en el mercado europeo. Allí, un kg de lana puede costar hasta USD 500 y un chal confeccionado con estas fibras hasta USD 2.300.
Pero la exportación de fibras aún no ha podido concretarse. Los vellones obtenidos en los dos chakus (capturas de vicuñas para la esquila) están almacenados en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo desde hace tres años.
Marcelo Pino dice que un desafío para la exportación de la lana es la creación de la marca país. “El nombre Vicuña Ecuador ya está utilizado por una fábrica de cobijas”, afirma.
El equipo que forma parte de la mesa técnica de la Vicuña continúa buscando estrategias para superar esa y otras trabas legales para la exportación de la fibra.
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