La agricultura urbana quiteña tiene 70.000 clientes satisfechos

2. 210 huertos reciben asistencia técnica y capacitación. En 900 ferias anuales, se comercializan 105.000 kilos de alimentos, por unos USD 305.000.

La agricultura urbana quiteña tiene 70.000 clientes satisfechos
Fabiola Rosero y sus hermanas son parte de Agrupar. Fotos: Youtopia Ecuador.

Por Álvaro Samaniego

En pleno casco colonial de Quito patrimonial, varias actividades congregan a un grupo de personas de la tercera edad. Una de ellas es mantener activo un huerto.

Para los integrantes del Centro de Atención al Adulto Mayor "Manuela Sáenz", es más que recreación. Es tener la posibilidad de sembrar las verduras que luego consumirán.

Este es uno de los más de 4.000 casos en los que un espacio reducido de tierra se convierte en un huerto urbano, que apoya la seguridad alimentaria de Quito.

En el Centro, reciben la capacitación y la asistencia técnica del proyecto Agricultura Urbana Participativa (Agrupar), que apunta a un modelo de sostenibilidad.

“Actualmente tenemos 2. 210 huertos que reciben asistencia técnica y capacitación en producción orgánica de hortalizas, crianza de especies menores, manejo de frutales y procesos de transformación”, dice Pablo Garófalo.

Él es el responsable de Fomento de la Agricultura Urbana del proyecto, bajo la tutela de la Agencia de Promoción Económica del Distrito Metropolitano de Quito (Conquito).

La red social WhatsApp es uno de los mecanismos principales para mantener un contacto activo de los participantes con las facilidades que brinda Agrupar.

Fabiola Rosero es propietaria de un huerto de 200 metros cuadrados en la urbanización Bretania. Tiene sobre todo árboles frutales y trabaja en alimentos procesados.

Comenta que para elaborar los pasteles de zanahoria, suele adquirir la materia prima a otros miembros del proyecto. “Yo sí vendo todo lo que saco. Mucho ha mejorado mi situación económica”, afirma. Ella y sus dos hermanas son parte del proyecto Agrupar.

Laura Moreno, del Huerto Jazmín, en San Francisco de Cruz Loma.

Alternativa económica

Fabiola Rosero hace notar que la mayoría de personas en esta actividad son mujeres. Garófalo, por su parte, confirma que el 70% de la agricultura urbana está en manos de ellas.

La falta de empleo ha empujado a muchos hombres a unirse. Esta también ha sido una salida económica para los migrantes.

Originalmente, era un trabajo marginal en las familias. Las amas de casa descubrieron que podían hacer algo de provecho en los traspatios de sus viviendas, sobre todo en el Quito periurbano.

Aprendieron, además, que podían ahorrar en la compra de alimentos y, posteriormente, que podían generar ingresos familiares.

Por último, registraron una disminución en los gastos médicos porque sus familias sembraron el mejor sistema de defensas, que es la alimentación orgánica.

Hoy, para muchas familias, el patio de atrás se ha convertido en un invernadero en el que siembran entre 10 y 20 productos, una actividad que alivia su situación.

Patricia Álvaro, del Huerto Paty, en San José de Cocotog.

Varios propósitos sostenibles

 El beneficio no ha sido solamente para las familias de productores. Durante la pandemia de la COVID-19, la agricultura urbana participativa alimentó unas 15.000 familias.

Agrupar, desde hace 23 años, ha dado capacitación y asistencia técnica a los agricultores, para asegurarse de que toda la cadena de producción sea orgánica.

Tienen buenas prácticas agrícolas y no se ha descuidado la comercialización. Ahora hay 20 puntos de alimentación saludables (pequeños mercados).

En unas 900 ferias al año, se comercializan 105.000 kilos de alimentos, por unos USD 305.000. Se atiende a alrededor de 70.000 clientes.

Desde años atrás se ha implementado el concepto de economía circular. En esa línea, se ha reducido alrededor de 2. 000 toneladas de basura.

Los desperdicios del proceso productivo se utilizan como alimento de animales menores y para elaborar compost, que enriquece el suelo de las mismas productoras.

Por otro lado, se han desarrollado técnicas caseras de riego, con lo cual se ha evitado un desperdicio del 40% del agua.

Un aspecto adicional es que los alimentos son de ciclo corto, con lo que se disminuye la huella de carbono.

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Modelo de economía circular

Los beneficios más amplios son la seguridad alimentaria; la economía circular gracias a trueques y mercados solidarios; la inclusión social de mujeres, adultos mayores y migrantes; y, la mitigación del cambio climático.

Como explicó Pablo Garófalo, en Quito hay barrios que tienen hasta el 46% de desnutrición, cuando el promedio de la ciudad es 27% y el nacional, 19,3%.

La agricultura urbana es una herramienta muy importante desde varios puntos de vista, pero ahora se enfrenta a la presión del crecimiento urbano.

Cada vez hay menos espacios que pueden convertirse en huertos. Y, sin embargo, cada vez es más importante generalizar estas prácticas sostenibles.

Gloria Rosero, de Huerto La Semillita, en la ciudadela Ibarra, sur de Quito.