Achiote kichwa para proteger la Amazonía
La Comuna Canelos vende achiote por toneladas a empresas nacionales dedicadas a la producción de condimentos. Manduru es la marca del producto con valor agregado (achiote en polvo y con mix de especies), que se vende en ferias locales y en tiendas orgánicas de Puyo y Quito.
Por Emilia Trujillo
“Manduru sabor Kichwa amazónico”, se lee en la etiqueta del envase. “Ideal para dar color y sabor a tus comidas”, es el eslogan que está impreso en el material publicitario para ferias. El logo es una flor de achiote.
En la comuna Canelos, ubicada en la provincia de Pastaza, 100 familias kichwas cultivan esta planta. Por un lado, promocionan a Manduru, la marca comercial de su creación de achiote en polvo y mix de especies. Por otro lado, venden achiote por toneladas a empresas nacionales dedicadas a la producción de condimentos.
Además de ser un ingreso para los habitantes de la comuna, el cultivo y comercio de estos productos se ha convertido en una herramienta para disminuir la tala de bosques en la Amazonía ecuatoriana.
En los próximos días se iniciará la venta directa y en forma permanente de la materia prima, a la empresa Condimensa. El primer envío será de 240 kg. Desde el 2023, han enviado 12 toneladas cada mes a otros interesados (empresas, organizaciones…). La buena noticia es que, debido a los altos estándares de calidad que ha demostrado el achiote amazónico, cada vez tiene mayor demanda.
Achiote para recuperar el bosque
Canelos está ubicada a orillas del río Bobonaza y es la parroquia más antigua de Pastaza. Allí se asentó hace más de 100 años el pueblo originario kichwa. Se puede llegar a Canelos en bus o auto, desde Puyo, la capital de la provincia.
El trayecto dura una hora o un poco más. El centro poblado da la bienvenida a los visitantes. Hay tiendas, escuelas con buena infraestructura, un instituto superior, centros de salud, bares, discotecas y restaurantes. La comuna Canelos está conformada por siete comunidades (Palimbe, Jantun Puerto, Auca Puerto, Palati, Sarayacu Puerto, La Cuya, Sansapi).
Las familias todavía venden los productos de sus chakras, lo que les genera entre USD 70 y 150 mensuales. Otro de sus principales ingresos es la venta de Aphandra natalia, que se obtiene de una palma y permite elaborar la fibra de las escobas. La empresa que les compraba, pagaba USD 0,60 por kilo, cada dos o tres meses.
Siempre se han dedicado a la venta de achiote en cápsula, pero no estaban asociados, ni el negocio era rentable. Los habitantes de Canelos empezaron a interesarse por el cultivo y venta del producto al integrarse al proyecto de restauración del Programa Integral Amazónico de Conservación de Bosques y Producción Sostenible (PROAmazonía).
El objetivo era recuperar 7.601 hectáreas de bosques, donde se talaban árboles para obtener ingresos. Luego de un análisis y estudios realizados por varias ONG se determinó que el achiote es potencial, no solo para el mercado popular, sino para mercados nacionales e internacionales de condimentos y cosmetología.
Para el 2021 recibieron el apoyo técnico del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), Natural Conservation International, CODESPA, Cooperación Técnica Alemana (GIZ), Al Trópico, PROAmazonía y Naturaleza & Cultura Internacional (NCI).
Al evidenciar la importancia del achiote, el proyecto liderado por Roland Vargas, el Kuraka (jefe, presidente en Kichwa), se inició con la elaboración de un prototipo para obtener fondos concursables de GIZ. Allí esta iniciativa se consolida como empresa y se funda la Asociación de producción agrícola Sacha Muyu “Semillas del bosque” (Asoproasamuyu).
Ahora, cuenta con un centro de acopio financiado por el convenio con Socio Bosque, un plan de marketing y una planta procesadora. El dinero que ingresa lo han invertido en la contratación de personal para el tratamiento del cultivo y el cumplimiento de calidad que demandan las exportadoras.
El kg de achiote cuesta USD 1.50. En cada entrega, las familias reciben entre USD 20 y 50, dependiendo del peso de su cosecha. “Además de generar ingresos para las familias y evitar a los intermediarios, fortalecemos el sistema Chakra que nos permite conservar la selva”, dice Vargas, refiriéndose a las experiencias que ha tenido, luego de casi dos años de iniciar con este proceso. “No tenemos monocultivos, sino que combinamos el achiote con los cultivos para nuestra alimentación”, añade.
El Kuraka está seguro de que, a raíz de este bioemprendimiento, la tala de árboles se ha reducido. “Se ha dejado casi por completo esa actividad”, afirma.
El bioemprendimiento y el rol las mujeres
Las mujeres van con sus hijos a la Chakra. Están entusiasmadas con todo el proceso; no les interesa lucrar, quieren darles salud, educación y alimento a sus familias. “Aprendí a socializar con el grupo, a darle valor al achiote y a compartir mis conocimientos con las mujeres más adultas. Nos enseñaron a vender y cómo tratar a los clientes”, cuenta Jessica Vargas, una de las productoras kichwa. Ella y otras mujeres han participado en ferias locales y nacionales ofreciendo su producto.
Manduru es la marca que le han dado al achiote. Además de entregarlo como materia prima, lo procesan para venderlo en polvo y con mix de especies (sacha culantro y sacha ajo). El negocio ya está en su primer año de evolución y está perchado en tiendas de Quito y Puyo.
Al menos 18 mujeres de la comuna se encargan de descapullar, cocinar y moler el achiote, para envasarlo y venderlo. Todas son madres de dos o hasta nueve hijos, y tienen entre 18 y 63 años. Entre ellas, tienen lazos de consanguinidad.
Las familias que acopian achiote se han ido integrando a este negocio. Quieren abrirse al mercado local y llegar a supermercados y más tiendas comerciales. Por ello, están en proceso de obtener el Certificado de Agricultura Familiar y Campesina (AFC) que entrega el Ministerio de Agricultura.
“Están preparándose en las Escuelas de Campo del MAG, donde tendrán que aprobar 14 módulos para el manejo sostenible. Esto les permitirá combinar sus conocimientos ancestrales, con lo técnico para lograr un mejor cultivo. Al final de los talleres, entregamos un certificado que también les servirá para su currículo”, explica Jessica Castro, técnica del MAG.
Naturaleza & Cultura Internacional financió además el plan de marketing y generó la marca junto a las productoras y el Kuraka. La etiqueta con las palabras ‘Manduru sabor Kichwa amazónico‘, resalta en las ferias. El logo de la flor de achiote ya es fácilmente reconocible en estos espacios.
“Es maravilloso encontrar un trabajo conjunto entre comunidad y organizaciones, que beneficien al medio ambiente y a las personas. Es esencial la colaboración interinstitucional para alcanzar estos objetivos”, manifiesta Katia Vicente de NCI, quien ha realizado el seguimiento del bioemprendimiento. La visión de la Asociación Sacha Muyu es comprar achiote a las comunidades de otras parroquias, para continuar con el proceso de secado y valor agregado. La comuna de Canelos sabe que al fortalecer su bioemprendimiento, también asegura la protección del bosque.