2025 demanda más esfuerzos científicos y económicos para frenar el 'colapso climático'
El 2024 cierra una década de calor sin precedentes. La ciencia ya escudriña el sistema solar, mientras la IA aún está lejos de ser la gran respuesta.
El negacionismo y su hermano menor -el retardismo- de los tomadores de decisiones, y aun de los ciudadanos, siguieron socavando las acciones para enfrentar el cambio climático. Frases como “ya aparecerá una solución” o “ya es muy tarde” siguen siendo moneda corriente.
Estas visiones están muy ligadas al populismo climático: líderes que no aceptan las evidencias se ufanan de defender el paradigma de que el ser humano domina la naturaleza, cuando más bien enfrentamos la que podría ser la primera destrucción del planeta por razones antropogénicas.
El caso más paradigmático es quizás la reaparición en escena de Donald Trump, que hace prever una radicalización de la posición estadounidense frente a las iniciativas globales para paliar las emisiones de CO2.
Mientras el activismo sigue llamando a ejercer el derecho a la justicia climática, en las organizaciones no gubernamentales se teme que incluso mengüe el apoyo de Estados Unidos a la lucha contra los delitos ambientales en la Amazonía.
Las cumbres y las promesas
Uno de los escenarios donde se expone la dinámica imperante son las cumbres. La COP29 de Baku evidenció que las principales economías no se toman a pecho lo que para la sociedad civil -academia, organizaciones- es una realidad ineludible en cuanto a cambio climático.
Sobre financiamiento, el acuerdo final estableció que los países desarrollados proporcionarán 300 millones de dólares anuales hasta 2035, aunque se esperaban 1.000 millones para 2025 y hasta 2.400 millones anuales para 2030.
Hubo avances en la idea de buscar un mercado global centralizado, para que la reducción de emisiones de CO2 sean verificables. Los proyectos que participen tendrán el tamiz de los derechos humanos y de la transparencia.
Sin embargo, la falta de compromisos sobre la eliminación de combustibles fósiles sigue siendo un obstáculo. Aunque en la COP28 se había dado mucho protagonismo a la transición energética justa, el tema quedó en segundo plano.
En cuanto a la COP16 de Cali, esta edición de la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, tema vinculado al cambio climático, dio lugar a la creación de un órgano subsidiario permanente para pueblos indígenas y comunidades locales.
Pero el financiamiento de dicho organismo fue el tema que causó mayores discrepancias. El evento se cerró sin acuerdos y debe retomarse antes de la COP17, que se se celebrará en Armenia en 2026.
Tanto en una como en otra Cumbre, queda claro que varios países no hacen las tareas para estar al día en decisiones como los mercados de carbono o en sus planes de manejo de la biodiversidad. Y Ecuador no es la excepción.
La década más cálida
La Organización Meteorológica Mundial (OMM), de la ONU, acaba de publicar que “los impactos del cambio climático se apoderaron del planeta en 2024, con repercusiones en cascada, desde los picos de las montañas hasta las profundidades de los océanos y sobre las comunidades, las economías y el medio ambiente".
Según la Organización, 2024 será el año más cálido jamás registrado, lo que cerrará una década de calor sin precedentes alimentada por las actividades humanas. Los niveles de gases de efecto invernadero siguen aumentando hasta alcanzar máximos históricos, lo que augura aún más calor para el futuro.
“Hoy puedo informar que acabamos de soportar una década de calor mortal", los 10 años más calurosos jamás registrados, dijo el secretario general de la ONU, António Guterres, en su mensaje de Año Nuevo.
“Esto es un colapso climático en tiempo real. En 2025, los países deben poner al mundo en un camino más seguro, reduciendo drásticamente las emisiones y apoyando la transición hacia un futuro renovable”: António Guterres.
La ciencia lo ratifica. Entre los hallazgos más importantes de 2024, The National Geographic pone de relieve la constatación científica de que la temperatura de la Tierra superará los 1.5°C por encima de los niveles preindustriales.
“Los emisores de gases de efecto invernadero más prolíficos del mundo han fracasado rotundamente a la hora de frenar su producción, y el planeta ha seguido calentándose a un ritmo vertiginoso, provocando todo tipo de caos climático”, dice la publicación.
“El objetivo de 1.5 °C era ambicioso. Cruzarlo supone un descubrimiento sombrío, pero importante. Las alarmas suenan más fuerte que nunca: si este aumento de la temperatura no se invierte, o al menos se detiene, todos nuestros futuros se verán cada vez más alterados por la ira del cambio climático".
Con la mira en el espacio
Otros dos descubrimientos destacados por The National Geographic a los cuales la humanidad tendrá que sacar su mejor filón en los años venideros tienen que ver con la exploración espacial.
El primero desmiente la idea de que los océanos terrestres eran únicos. La misión Europa Clipper de la NASA partió en octubre de 2024 con la esperanza de estudiar a distancia el océano de Europa, la luna de Júpiter, y determinar si es susceptible de albergar vida.
También Encélado de Saturno contiene otro océano acuoso. En febrero, los astrónomos anunciaron pruebas de un océano oculto en la luna Mimas de Saturno. En octubre, datos convincentes apuntaron a otro océano enterrado en Miranda, una luna uraniana, según la publicación.
El otro hallazgo es que el sistema planetario está constituido de la materia proveniente de la muerte de múltiples estrellas, a partir del material recogido en 2020 por la sonda Orígenes, Interpretación Espectral, Identificación de Recursos y Seguridad-Regolito Explorer (misión OSIRIS-REx de la NASA).
Ese año, la sonda consiguió aterrizar brevemente en el asteroide Bennu, robar parte de su material virgen y devolverlo a la Tierra en septiembre de 2023. Los asteroides son los restos de la violenta formación del Sistema Solar.
Este 2024, los científicos echaron un primer vistazo a la muestra de OSIRIS-REx y están asombrados por lo que les está diciendo: el Sol se forjó a través de la muerte de múltiples estrellas. Y en ese asteroide se encontró una gran variedad de compuestos prebióticos, incluyendo aminoácidos.
Todas estas búsquedas se enmarcan en el objetivo de tener un plan B a la vida en la Tierra. No solo la NASA sino las agencias espaciales de Europa y Asia indagan las condiciones mínimas para la vida humana en los exoplanetas.
La IA y la Tierra Prometida
La teoría de la singularidad tecnológica preveía la supremacía de la inteligencia artificial (IA) sobre la inteligencia biológica (de la cual parte) y ponía incluso fecha: 2022. Los plazos no se cumplieron pero su desarrollo sigue siendo inquietante.
Los más optimistas consideraban que la IA estaba llamada a ser la solución de los grandes problemas del mundo. Se pondría al servicio de la humanidad para ayudarla a resolver sus grandes necesidades. Por ejemplo, proveer de agua potable a todo el planeta.
O lograr el desarrollo de energías limpias para cubrir las necesidades de la humanas a través de sistemas interconectados que aprovecharían la luz del sol las 24 horas del día a través de grandes sistemas interconectados.
También se hablaba de transportar con drones a los lugares más apartados y pobres alimentos y medicinas, colaborar con la medicina a través de microchips, poner al servicio de todos los logros de ciencias como la genética.
En la práctica, la IA ha servido para, por ejemplo, aumentar el consumo de bienes y recursos a través de la contaminante paquetería. Y en general ha mejorado la vida, pero no necesariamente de los que vivían mal antes de su aparición.
El debate se podría ilustrar mejor poniendo en un lado de la balanza a Elon Musk y en el otro a Bill Gates. Musk, uno de los responsables del triunfo de Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, ve un futuro deslumbrante.
Gates, a quien un lado de las tribus digitales ubica en medio de varias teorías de la conspiración, es claro cuando señala los riesgos del mal uso de la IA. Y también considera entre los grandes problemas del futuro las enfermedades, la pobreza y la falta de equidad. La tecnología tiende a agrandar la brecha.
Con todo, el logro de la IA en 2024, siempre según la elección de la National Geographic, es el desvelamiento de los secretos de las proteínas.
“A medida que la inteligencia artificial se hace más visible en nuestras vidas, se la mira con más recelo, pero ha quedado claro que va a ayudar a desvelar cómo funciona la vida misma, señala la publicación, al recordar que en octubre se concedió el Nobel de Química a varios investigadores que estudian las proteínas.
Entender cómo funcionan las proteínas significa (entre otras cosas) saber cómo proliferan las enfermedades, desde la malaria al Parkinson, e identificar formas de detenerlas.
En particular, dos de los tres galardonados (Demis Hassabis y John Jumper, ambos en Google DeepMind) deben sus revelaciones a su modelo de IA, denominado AlphaFold2.
"Con una eficacia despiadada, esta IA fue capaz de predecir la estructura de prácticamente todos los 200 millones de proteínas que los científicos han descubierto que existen, lo que significa que los expertos disponen ahora de una herramienta que puede calcular con rapidez y precisión qué tipo de proteínas estarán implicadas o serán el resultado de todo tipo de reacciones químicas o conjuntos de condiciones iniciales".
La capacidad de los científicos para descifrar tantos aspectos enigmáticos de la bioquímica, desde la resistencia a los antibióticos hasta las enfermedades neurológicas, nunca ha sido tan aguda.
Otros descubrimientos importantes de la ciencia en 2024, tienen que ver con el estudio del cerebro de la mosca de la fruta, que realiza muchos de los mismos procesos neurológicos básicos que un ser humano, ya sea cuando busca comida o cuando “socializa” con otro miembro de su especie.
Y, por último, los científicos descubrieron en agosto de 2024 que el cuerpo humano parece envejecer rápidamente en dos etapas: una alrededor de los 44 años y otra al llegar a los 60 años.
Un planeta incómodo
Las teorías de endiosamiento de la humanidad de Yuval Noah Harari parecían inamovibles antes de que llegara la gran pandemia zoonótica del coronavirus. Ese mundo en el que ya había menos hambre, menos muerte y menos enfermedad que en cualquier etapa de la humanidad empezó a tambalear.
Y sigue tambaleando. La humanidad se siente inconfortable con lo que sucede en los últimos años. Los bienes de la tecnología y la ciencia no alcanzan para que el ser humano se perciba seguro y piense que el mundo es un buen lugar para vivir.
Eso lo reflejan varias encuestas mundiales, entre ellas la de Ipsos. Realizada mensualmente en 29 países entre 20.000 adultos durante dos décadas, el estudio mensual What Worries the World ofrece una instantánea de la opinión mundial sobre temas globales urgentes.
Son puntos de vista que tienen que ver con el manejo de la política mundial y local, el comportamiento de los productores y su compromiso o no con la sostenibilidad, el acceso a los sistemas de salud, entre otros aspectos relevantes.
Qué preocupa al mundo
La inflación se mantiene estable en un 32% de media en los 29 países que la citan como una preocupación. Ahora ocupa el primer lugar junto con el crimen y la violencia. El 2023, a esta misma altura, las preocupaciones por la inflación eran 6 puntos porcentuales más altas que ahora.
El 32 % de los 29 países menciona el crimen y la violencia como uno de los principales problemas que enfrenta su país. Este porcentaje ha aumentado ligeramente desde el mes pasado y ahora está vinculado a la inflación. Los niveles de preocupación también son los más altos desde marzo de 2020, cuando fueron del 33 %.
Uno de cada cuatro (26%) de los 29 países expresa preocupación por la corrupción financiera o política. Esta cifra es ligeramente superior a la del mes pasado y a la de hace 12 meses.
El problema de la atención sanitaria sigue siendo el mismo en 29 países este mes, pero los niveles de preocupación son ligeramente superiores a los de 2023.
La preocupación por el cambio climático en 29 países se ha mantenido igual. Tras las graves inundaciones recientes en el este de España, la proporción de quienes mencionan el cambio climático como un problema ha aumentado nueve puntos porcentuales hasta una cuarta parte (26%) que lo cita.
En promedio, en 29 países, solo el 37% de los encuestados califica la situación económica actual de su país como “buena”, lo que supone un aumento de dos puntos porcentuales con respecto al mismo período del año pasado pero resulta insuficiente.
El 2025 demandará, entonces, ya no una solución que salga de la chistera de los magos, sino un esfuerzo de tomadores de decisiones y de la ciudadanía, organizada y de modo individual, para tratar de que la Tierra sea sostenible social, ambiental y económicamente.